Una de las acciones más siniestras tomadas por la Casa Blanca de Trump mientras busca anular los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 ha sido una reorganización total de la cúpula civil del Pentágono.
El presidente Donald Trump es muy consciente de que su intento de lograr un golpe extraconstitucional y permanecer en la Casa Blanca no puede lograrse sin recurrir a una represión extrema contra un inevitable estallido popular contra tal golpe. Con este fin, está colocando a una banda de ideólogos y leales de extrema derecha en puestos clave.
La purga comenzó el lunes con el despido sumario —por tuit— del secretario de Defensa Mark Esper, que supuestamente tomó por sorpresa a todo el mando uniformado del ejército estadounidense. El reemplazo de Esper fue aún más impactante para los jefes militares.
El nuevo jefe “interino” del Pentágono será Christopher Miller, un operativo por 30 años de las Fuerzas Especiales y coronel retirado sin experiencia en los escalones superiores del mando militar. Trump ha cultivado deliberadamente el apoyo dentro de las Fuerzas Especiales de 70.000 efectivos, incluso mediante indultos por crímenes de guerra, con el objetivo de transformar esta fuerza cuasi independiente en su guardia pretoriana.
Miller es visto dentro de los altos mandos militares como alguien sin preparación para asumir el puesto de secretario de Defensa. Su principal calificación es su apoyo sin reservas a Trump, demostrado mientras servía en el Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, y su disposición a utilizar represión militar contra los manifestantes en suelo nacional.
Antes de asumir su puesto anterior como director del Centro Nacional Contra el Terrorismo (NCTC), testificó en su audiencia de confirmación en el Senado que no se opondría a que el NCTC compartiera inteligencia sobre ciudadanos estadounidenses con el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional con el propósito de reprimir protestas.
La destitución de Esper fue seguida el martes por la renuncia del funcionario de tercer mayor rango en el Pentágono, James Anderson, el subsecretario de Defensa para Políticas, y su reemplazo por el general retirado y comentarista de Fox News, Anthony Tata. Trump nominó a Tata para el cargo en agosto pasado, pero se vio obligado a cancelar el nombramiento después de que el Senado cancelara las audiencias de confirmación ante el historial de Tata de referirse al expresidente Barack Obama como un “líder terrorista”, un “candidato de Manchuria” y un musulmán. Luego, Tata fue instalado en el Pentágono en una posición inventada como asistente de Anderson. Ahora, un fascista islamófobo ocupa el puesto número 3 en la maquinaria de guerra de Estados Unidos.
En su carta de renuncia, Anderson escribió: “Ahora, como siempre, nuestro éxito a largo plazo depende de la adhesión a la Constitución de los Estados Unidos que todos los servidores públicos juran apoyar y defender”. En su reporte sobre la renuncia, Breaking Defense señaló: “Tales oraciones no son algo estándar en las cartas de renuncia de altos funcionarios y esto estuvo claramente diseñado para enviar un mensaje”. De hecho, Esper incluyó un lenguaje casi idéntico en su último mensaje a los militares, elogiándolo por “permanecer apolíticos y por honrar su juramento a la Constitución”.
La determinación de Trump de deshacerse de Esper deriva de los acontecimientos a principios de junio, cuando la Casa Blanca desplegó fuerzas de seguridad federales y buscó poner tropas estadounidenses en las calles para reprimir las protestas masivas provocadas por el asesinato policial de George Floyd en Minneapolis.
Esper se opuso públicamente a las amenazas de Trump de invocar la Ley de Insurrección para desplegar tropas estadounidenses en todo el país y sofocar las protestas. Declaró que tal acción podría ser solo un “último recurso y solo en las situaciones más urgentes y graves”. Añadió: “No estamos en una de esas situaciones ahora”.
Esta oposición por parte de un funcionario cuya sumisión a la Casa Blanca le había valido el apodo de “Yesper” [En inglés, yes es sí] reflejaba graves preocupaciones de que tal despliegue nacional no era necesario y podría dividir al ejército. Según los informes, Trump se enfureció por la declaración de Esper y, a partir de ese momento, se mostró decidido a reemplazarlo por alguien que no se opusiera a sus intentos de utilizar al ejército en pos de una dictadura presidencial.
El columnista republicano Bill Kristol proporcionó una indicación de la atmósfera vengativa de la purga en el Pentágono. Citando conversaciones con altos oficiales militares, Kristol informó: “Cuando Jim Anderson fue despedido ayer como subsecretario interino de Política, recibió un 'aplauso' al salir del edificio. La Casa Blanca llamó para solicitar los nombres de los políticos designados que participaron para que pudieran ser despedidos”.
Otros dos nombramientos de leales a Trump para los puestos más altos indican el alcance de la toma política de extrema derecha del Pentágono. El subsecretario de Defensa para Inteligencia, Joseph Kernan, un almirante retirado de la Armada de tres estrellas fue reemplazado por Ezra Cohen-Watnick, un operativo de derecha de 34 años que escaló puestos en el aparato militar y de inteligencia gracias a sus conexiones políticas con Trump, el exasesor Stephen Bannon y el exasesor de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn, así como con Jared Kushner. Demostró su lealtad a Trump al filtrar documentos secretos de la CIA que supuestamente le probarían el espionaje del Gobierno contra la campaña de Trump al diputado republicano de California, Devin Nunes, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes y miembro del equipo de transición de Trump.
El cuarto nombramiento fue el de Kash Patel, quien reemplaza a Jen Stewart como jefe de gabinete del secretario de Defensa. Patel, un exmiembro del personal de Nunes, fue nombrado anteriormente para un puesto creado especialmente para él en el Consejo de Seguridad Nacional. Trump se refirió a él como un “especialista en políticas para Ucrania”, y se sospecha que formó parte del esfuerzo para presionar al Gobierno ucraniano para que entregara información dañina sobre Joe Biden.
El miércoles, el nuevo secretario de Defensa interino, Christopher Miller, anunció su primer nombramiento importante, nombrando al coronel retirado del ejército Douglas Macgregor como su asesor principal. Como comentarista frecuente de Fox News, Macgregor ha denunciado a la Unión Europea y Alemania por darles la bienvenida a “invasores musulmanes no deseados”, quienes, afirmó, tenían el “objetivo de convertir a Europa en un Estado Islámico”. También se ha burlado de los intentos en Alemania de lidiar con los crímenes de los nazis como parte de una “mentalidad enferma” y pidió la imposición de ley marcial en la frontera entre Estados Unidos y México. Como provocación deliberada, Trump intentó nominar al coronel como embajador en Berlín.
El columnista del Washington Post, David Ignatius, quien tiene relaciones muy estrechas con el aparato de seguridad nacional, citó especulaciones en el mando del Pentágono de que Trump podría estar instalando a sus leales para retirar aceleradamente a tropas durante sus últimos días en el cargo. Sin embargo, agregó: “Una posibilidad más ominosa es que Trump quiera un jefe del Pentágono que pueda ordenarles a los militares a que tomen medidas que puedan ayudarlo a mantenerse en el poder debido a un resultado electoral que, según él, es fraudulento”.
William Cohen, exsecretario de Defensa y senador republicano, dijo a CNN que la reorganización de la cúpula en el Pentágono “se parece más a una dictadura que a una democracia”. De manera similar, CNN citó a un alto funcionario de defensa anónimo que dijo: “Esto da miedo, es muy inquietante. Estas son movidas dictatoriales”.
La entrega de las palancas clave de poder dentro del enorme aparato militar de Estados Unidos a una camarilla fascistizante de leales a Trump presenta inmensos peligros para la clase trabajadora en los Estados Unidos y en todo el mundo. Cuando faltan 68 días para el Día de la Inauguración, el más estrecho control político de Trump sobre el Pentágono puede utilizarse para lanzar actos de agresión militar y fabricar el pretexto para una declaración de ley marcial y la suspensión de los derechos constitucionales y democráticos.
Biden y el Partido Demócrata han tratado la purga total en el Pentágono como un problema de “seguridad nacional”, lo que sugiere que la mayor preocupación es que la reorganización de altos funcionarios de Trump debilitará al imperialismo estadounidense frente a Rusia y China. Sobre todo, están decididos a ocultar que las acciones de Trump representan una seria amenaza para lo que queda de las formas democráticas de gobierno y derechos democráticos en Estados Unidos.
En comparación con la amenaza de un golpe de Estado y una dictadura, el Partido Demócrata, que representa los intereses de Wall Street y el aparato militar y de inteligencia, teme mucho más el estallido de protestas populares y la resistencia masiva desde abajo contra Trump y sus coconspiradores.
(Publicado originalmente en inglés el 12 de noviembre de 2020)