Al acabarse el 2020, la dinámica esencial de clases y la lógica objetiva del sistema capitalista global nunca se han mostrado con tanta claridad.
Miles de millones en todo el mundo se enfrentan a los efectos cada vez severos de la pandemia de COVID-19, la destrucción de millones de empleos, el empobrecimiento, incluso en algunos casos el peligro de hambrunas, y la destrucción de un futuro viable para una generación completa de jóvenes. No obstante, la oligarquía financiera se ha beneficiado con cientos de miles de millones de dólares.
El año está finalizando en medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión en la década de 1930. Pero Wall Street, a la cabeza de las bolsas de valores de todo el mundo, está acabando el año en niveles récord.
Cuando los efectos económicos y financieros de la pandemia se volvieron aparentes en marzo, Wall Street y los mercados globales colapsaron. Pero la Reserva Federal estadounidense y el Gobierno, junto a los bancos centrales y Gobiernos en el resto del mundo, intervinieron para organizar el mayor rescate de la oligarquía financiera en la historia, bombeando más de $10 billones en el sistema financiero.
En EE.UU., la Fed prácticamente le entregó un cheque en blanco a Wall Street, comprometiéndose a comprar todo tipo de activo financiero para que pudiera continuar sin tregua el flujo de la riqueza de la sociedad a sus estratos más altos.
Desde su caída a mediados de marzo, el índice bursátil S&P 500 se ha disparado 66 porciento. Pero este es apenas un reflejo parcial, dado que los precios de las acciones de docenas de empresas han aumentado a un ritmo aún más rápido. Las acciones de Tesla han visto un salto de 691 por ciento este año, las acciones de la empresa de pilas de combustible Power Plug han aumentado más de 1.000 por ciento, y Zoom Communications ha visto un incremento de 451 por ciento.
Las vacunaciones de COVID-19 están en marcha en EE.UU. y Reino Unido, lo que puede significar importantes avances en la batalla médica contra el virus. Pero la distribución en EE.UU. ya está siendo descrita como un “desastre”.
Al mismo tiempo, está emergiendo una nueva clase de milmillonarios cuyas fortunas se han alimentado de las acciones de empresas vinculadas al desarrollo y uso de vacunas. Las acciones de Moderna, una de las compañías involucradas en el desarrollo de una vacuna, vieron su precio aumentar 532 por ciento.
Cuando los Gobiernos y los bancos centrales lanzaron sus operaciones de rescates de varios billones de dólares, afirmaron que tales medidas extraordinarias eran necesarias para salvar la economía. Este fraude ha quedado expuesto. La oligarquía no ha estado preocupada por la salud y el bienestar económico de las masas en la población sino únicamente por la salud y el bienestar de los mercados financieros.
Consecuentemente, no se han tomado medidas efectivas para lidiar con la pandemia, lo que involucraría el cierre de los negocios no esenciales y el pago de ingresos a los trabajadores y sus familias, acompañado por estrictas medidas de seguridad en los negocios esenciales que permanezcan abiertos.
En cambio, el inicio de la operación de rescate estuvo acompañado por una campaña asesina de regreso al trabajo, mientras se avanzaba abiertamente la política de la llamada “inmunidad colectiva”, garantizando la propagación del virus para asegurar que no se interrumpiera la entrega de la plusvalía del trabajo de la clase obrera. Esto involucró la normalización de las muertes masivas bajo la consigna acuñada por Thomas Friedman del New York Times: “La cura no puede ser peor que la enfermedad”.
No existe ningún límite para la entrega de dinero a los mercados financieros, pero incluso la entrega de una miserable asistencia a los trabajadores y sus familias es objeto de debates y retrasos en EE.UU. En otros lugares, incluso las limitadas medidas de emergencia están siendo levantadas.
La provisión de dinero por parte de la Fed y los otros bancos centrales para respaldar la deuda corporativa ha resultado en una bonanza para los grandes bancos. Los mayores bancos del mundo han amasado cerca de $125 mil millones en cargos por el aseguramiento de la deuda corporativa y la aparición de nuevos fondos de capital, en la medida en que las empresas buscan acumular liquidez para sobrellevar los efectos de la pandemia.
Lo que ha sido descrito como “un año muy robusto en el aseguramiento de las deudas y los fondos de capital” ha sido posible únicamente gracias al reconocimiento de que la Fed y los otros bancos centrales están listos para intervenir con más asistencia si llega a ser necesaria. Esto ya ha sido incorporado en sus cálculos, como lo demuestra la expectativa del equipo de estrategia de JPMorgan de que se provean $5 billones más en 2021.
El mes pasado, los inversores asumieron un récord de $722,1 mil millones en préstamos utilizando sus carteras de inversiones como garantías, superando el máximo de $668,9 mil millones en mayo de 2018. Las deudas con las firmas de corretaje son consideradas riesgos porque, si caen los precios de las acciones, el inversor debe cumplir con el pago de la garantía con la firma de corretaje a la que solicitó el préstamo, pagando en efecto o bien vendiendo las acciones en garantía del préstamo. Esto tiene el potencial de causar una venta masiva.
En su reporte sobre este récord, el Wall Street Journal advirtió que es un hito “ominoso” porque los récords en dichas deudas estuvieron seguidos por caídas en los mercados bursátiles en 2000 y 2008. Pero, independientemente de las señales, la especulación continúa por la creencia bien fundamentada de que la Fed está lista para intervenir.
Como lo indicó recientemente al Financial Times el director de inversiones globales de Guggenheim Partners, Scott Minerd, la pandemia ha “transformado completamente” el llamado sistema económico de “libre mercado”, reemplazándolo con ciclos de “intervención monetaria cada vez más radical” y la “socialización de los riesgos de créditos”.
En otras palabras, el Estado capitalista se ha colocado en el lugar protagónico de garantizar y facilitar el saqueo de la sociedad por parte de la oligarquía financiera, cuyos intereses defiende.
El orden social actual se asemeja ante todo al Ancien Régime de Francia en vísperas de la revolución de 17789. Frente a una crisis profundamente arraigada en las contradicciones irresolubles de la economía que presidía, la élite gobernante era orgánicamente incapaz de emprender reformas y tuvo que ser barrida para que la sociedad progresara.
Asimismo, la situación actual ha creado las condiciones objetivas de un enfrentamiento masivo entre clases, en el que la clase obrera tiene la tarea de abolir el reaccionario y caduco orden capitalista y establecer un sistema socialista, en el que las necesidades humanas, no el lucro y la avaricia, constituyan la base del orden económico.
Pero ese resultado, el cual es necesario para el progreso humano, depende de las decisiones que tomen los trabajadores y jóvenes respecto a asumir el desafío delante de unirse y construir el partido revolucionario que encabezará las luchas que están a punto de estallar.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de diciembre de 2020)