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Perspectiva

El Partido Demócrata encabeza la campaña bélica contra Rusia

El Gobierno de Biden y el Partido Demócrata están a la cabeza de una campaña de guerra contra Rusia que está arrastrando a todo el mundo hasta el borde de la Tercera Guerra Mundial.

El domingo, en el programa de entrevista “State of the Union” de CNN, el senador Robert Menendez de Nueva Jersey, el presidente demócrata del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y el líder republicano del comité, James Risch de Idaho, se presentaron lado a lado para demostrar la unidad bipartidista de los dos grandes partidos patronales contra Rusia.

Soldados SSO de las Fuerzas Armadas de Ucrania durante un entrenamiento (crédito: Wikipedia/ArmyInform)

Menendez restó importancia a la advertencia del presidente ucraniano Volodímir Zelenski de que las afirmaciones estadounidenses de una invasión rusa inminente del país estaban infundadas. “Quiere aparentar calma en lo que respecta su economía”, dijo el demócrata, “Así que lo entiendo”.

Aclamó la legislación bipartidista que autoriza al Gobierno de Biden imponer “la madre de todas las sanciones… que, en última instancia, aplastaría la economía rusa, y el envío continuo de asistencia letal que comenzaremos, lo que significa que Putin debe decidir cuántas bolsas de cadáveres de hijos rusos e… hijos regresarán a Rusia”.

“Esto va más allá de Ucrania”, advirtió Menendez. “No podemos tener otro incidente de Múnich. Putin no se detendrá en Ucrania si cree que Occidente no responderá”. El congresista demócrata de mayor rango en la política exterior fue solo uno de docenas de demócratas más que compararon a Putin con Hitler y abogaron por medidas que inexorablemente conducirán a un enfrentamiento entre Rusia y EE.UU., los países con los mayores arsenales nucleares del mundo.

Hay dos procesos políticos y sociales interrelacionados que animan la campaña cada vez más histérica contra Rusia: 1) La desintegración de la facción del Partido Demócrata contra la guerra que emergió durante y después de la guerra de Vietnam y 2) la evolución proimperialista de las capas adineradas de la clase media-alta que, además de Wall Street y el propio ejército, forman la principal base social del Partido Demócrata.

El Partido Demócrata siempre ha sido un partido de la clase capitalista estadounidense. El presidente y comandante en jefe fue demócrata en la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea y la primera mitad de la guerra de Vietnam. Pero, en la medida en que se fortalecía el movimiento masivo contra la guerra en los años sesenta, el Partido Demócrata asumió el papel de controlar la oposición a la guerra y contenerla dentro de la política burguesa.

Una facción importante del Partido Demócrata se pronunció en contra de la guerra de Vietnam, como el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, J. William Fulbright (Arkansas); el senador de Indiana, Vance Hartke; el senador de Minnesota y candidato presidencial en 1968, Eugene McCarthy; el senador de Idaho, Frank Church; el senador de Connecticut, Abe Ribicoff; y el senador de Tennessee, Al Gore, Sr. En 1972, el senador de Dakota del Sur, George McGovern, ganó la candidatura presidencial del Partido Demócrata con un programa antibélico.

El senador Church encabezó el Comité Church, creado en 1975 para investigar los abusos y las actividades ilegales llevadas a cabo por las agencias de inteligencia estadounidenses en todo el mundo. Incluso en la década de 1980, la mayoría de los demócratas se opusieron a la intervención militar estadounidense contra la revolución nicaragüense y otros movimientos radicales en Centroamérica. En enero de 1991, 45 demócratas del Senado votaron en contra de la resolución que autorizaba a George H. W. Bush lanzar la primera guerra del golfo Pérsico contra Irak, aunque 10 la apoyaron, lo suficiente para asegurar su aprobación por un margen de 52 a 47.

La Administración de Bill Clinton (1993-2001) supuso un cambio significativo. Clinton eligió a Al Gore Jr., uno de los diez senadores demócratas que habían votado a favor de la guerra del golfo Pérsico, como su compañero de fórmula, y su Administración utilizó agresivamente la fuerza militar en Bosnia, Serbia, Afganistán, Irak, Sudán, Somalia y Haití. Cuando Gore se convirtió en el candidato presidencial demócrata en 2000, eligió a otro senador belicista, Joe Lieberman, como compañero de fórmula.

En 2002, cuando se presentó en el Senado la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar, para autorizar al Gobierno de George W. Bush a emprender una segunda guerra estadounidense contra Irak, el equilibrio dentro del Partido Demócrata se había invertido.

La votación entre los demócratas del Senado fue de 29-21 a favor de la resolución, en comparación con el 45-10 en contra de la resolución equivalente en 1991. El presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que apoyó la resolución y gestionó su aprobación, fue Joe Biden, de Delaware, ahora presidente de Estados Unidos. Cuando estallaron las manifestaciones masivas contra la guerra, en Estados Unidos y en todo el mundo, el Partido Demócrata les dio la espalda y apoyó la campaña de guerra de Bush, Cheney, Rumsfeld y Powell.

A continuación, se produjeron otros dos pasos significativos hacia la derecha. En la campaña de 2008 para la nominación presidencial demócrata, Barack Obama atacó incesantemente a Hillary Clinton por su voto de 2002 a favor de la guerra de Irak. Guardó silencio sobre sus propios vínculos estrechos con las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que personificó las profundas conexiones entre el Partido Demócrata y el complejo de Wall Street, el ejército y las agencias de inteligencia.

El presidente Obama abandonó rápidamente la retórica antibélica de candidato, y en cambio utilizó el poderío militar de Estados Unidos con la misma agresividad que sus predecesores. Intensificó la guerra en Afganistán mientras seguía con la reducción de tropas en Irak al ritmo marcado por Bush, y lanzó nuevas guerras a través de la OTAN en Libia y fuerzas islámicas patrocinadas por EE.UU. en Siria y Yemen. Posteriormente, Obama envió a las fuerzas estadounidenses de nuevo a Irak contra el Estado Islámico. Las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo una guerra con misiles de drones en una escala geográfica cada vez más amplia, incluyendo Pakistán, Asia central, Oriente Próximo y el norte de África.

La Administración de Obama fue parte de un impulso para promover dentro del Partido Demócrata a candidatos con antecedentes en las agencias de inteligencia y el ejército, a quienes el World Socialist Web Site se refiere como los demócratas de la CIA.

El capítulo final del abandono del Partido Demócrata de cualquier pretensión de oposición a la guerra llegó durante la Administración de Trump. El eje principal, incluso el único, de la oposición demócrata a Trump fue la campaña antirrusa, basada en la falsa afirmación de que Trump era un títere ruso o un agente directo de Vladimir Putin. Esta campaña condujo a la investigación del abogado especial Robert Mueller, que no encontró pruebas, y luego al primer juicio político contra Trump, el cual se basó en la acusación de que Trump presionó a Ucrania para que sacara a relucir los trapos sucios de los Biden, reteniendo un envío de armas estadounidenses, lo que iba en contra de los antiguos planes de Estados Unidos para intensificar el conflicto con Rusia.

Junto a la transformación del Partido Demócrata, y relacionado con ella, se produjo un giro proimperialista en la clase media, especialmente en sus capas más privilegiadas. Cuando surgió en la década de 1960, el movimiento antiguerra estaba dominado por sectores de la clase media, especialmente en los campus universitarios. El fin del servicio militar obligatorio en 1973 formaba parte de una estrategia más amplia de la clase gobernante para integrar a un sector de la clase media en la élite política, incluyendo la promoción de la política de identidades.

Más allá de la aristocracia empresarial y financiera, un sector de la clase media alta —el 5 o 10 por ciento más rico de la sociedad estadounidense— se ha enriquecido en el transcurso del auge de Wall Street, que ha durado cuatro décadas y depende de la posición global dominante del capitalismo estadounidense. La guerra de los Balcanes en los años noventa, promovida por el Gobierno de Biden como una guerra en defensa de los “derechos humanos” fue un punto de quiebre. Como escribió el WSWS en ese momento:

El modus operandi objetivo y las consecuencias sociales del prolongado boom bursátil han permitido al imperialismo reclutar de entre las secciones de la clase media superior nuevos y dedicados seguidores. En los Estados Unidos y Europa impera un clima intelectual reaccionario, conformista, y cínico —promovida por los medios de comunicación y adaptada por una comunidad académica mayoritariamente servil y corrupta— que representa la perspectiva social de una capa muy privilegiada de la población sin ningún interés en investigar las bases económicas y políticas de sus nuevas riquezas.

Estos procesos sociales se reflejan en todas las instituciones oficiales de la clase gobernante. En los medios de comunicación no se encuentra una sola voz que cuestione, ni mucho menos que se oponga, a las mentiras oficiales del Gobierno que se utilizan para justificar la guerra contra Rusia desde un punto de vista de izquierda. No hay ningún equivalente al presentador de la CBS, Walter Cronkite, que declaró famosamente su oposición a la guerra de Vietnam tras la ofensiva del Tet de 1968. Entre los comentaristas altamente remunerados de los medios de comunicación, así como en las capas privilegiadas del mundo académico, el imperialismo encuentra un respaldo absolutamente devoto.

Las organizaciones pseudoizquierdistas como los Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) desempeñan un papel central en el apoyo al imperialismo estadounidense y en el desvío de la oposición detrás del Partido Demócrata. La revista liberal American Prospect informó el fin de semana que, en respuesta a las preguntas sobre la política estadounidense en Ucrania, los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, y las diputadas Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib se negaron a responder o no devolvieron las llamadas.

Estas transformaciones son un fenómeno mundial. En Alemania, el Partido Verde, formado por ecologistas y activistas contra la guerra en la década de 1970, llegó finalmente al poder como parte de un Gobierno de coalición en 1998, y el ministro de Asuntos Exteriores de los Verdes, Joschka Fischer, un antiguo “luchador callejero” radical, encabezó el envío de tropas a la antigua Yugoslavia en el primer despliegue de fuerzas alemanas fuera del país desde el Tercer Reich. También hubo metamorfosis políticas similares en Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Australia, España y otros países.

La oposición a la guerra está y debe estar centrada en la clase obrera. Las encuestas de opinión muestran una abrumadora oposición popular a una intervención de EE.UU. en cualquier operación militar en Ucrania o Europa del este. Pero esta oposición no encuentra expresión dentro del sistema bipartidista oficial estadounidense. La lucha contra la guerra imperialista no puede llevarse a cabo a través del Partido Demócrata ni de ninguna de las instituciones de la élite política capitalista. Requiere la movilización independiente de la clase obrera, sobre la base de un programa socialista e internacionalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de enero de 2022)

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