La renuncia de Boris Johnson como líder del Partido Conservador tiene una relevancia global.
Por ahora, Johnson sigue siendo primer ministro dado que la reina no le ha concedido su renuncia. La amarga riña dentro del Partido Tory continúa. Johnson está insistiendo en que él puede permanecer en el poder hasta que se elija a un nuevo líder del partido, pese a las demandas de que entregue el cargo inmediatamente a un primer ministro provisional.
Independientemente de los próximos acontecimientos, Johnson es el primer líder de una gran potencia imperialista que pierde el poder durante la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia en Ucrania. Y la verdadera razón de su caída —que las incontables referencias santurronas a sus mentiras, falta de “integridad” y ataques al Partido Conservador intentan ocultar— es que la élite gobernante británica perdió confianza en su capacidad para librar una guerra contra la clase obrera en casa y otra contra Rusia que amenaza con desencadenar la Tercera Guerra Mundial.
El presidente estadounidense Joe Biden apuntó a estas preocupaciones fundamentales en su mensaje, en el cual promete continuar “nuestra estrecha cooperación con el Gobierno de Reino Unido, así como con nuestros aliados y socios en todo el mundo”. Biden hizo hincapié en la necesidad de “mantener un enfoque fuerte y unido para apoyar al pueblo de Ucrania mientras se defienden contra la brutal guerra de Putin contra su democracia y para hacer que Rusia rinda cuentas por sus acciones”.
En un discurso de renuncia rencoroso, Johnson incluyó dentro de sus supuestos logros “llevar a cabo la salida británica de la Unión Europea”, “la salida más rápida del confinamiento” y “liderar a Occidente en los últimos meses en confrontar la agresión de Putin contra Rusia”.
Antes de realizar un ataque feroz contra “el instinto de manada” de los parlamentarios de su partido, continuó, “Permítanme decirle al pueblo de Ucrania que sé que en Reino Unido seguiremos apoyando su lucha por la libertado por el tiempo que sea necesario”. Johnson ha presumido repetidamente el protagonismo británico en armar Ucrania y solo la semana pasada prometió un aumento en el gasto de defensa al 2,5 por ciento del producto interno bruto.
Su próximo acto inmediato fue una llamada personal con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, en la cual le prometió que “Reino Unido seguirá entregando asistencia defensiva vital” a Ucrania “por el tiempo que haga falta”. Un portavoz de Zelenski le agradeció a Johnson “por su accionar decisivo en cuanto a Ucrania” y concluyó, “No tenemos ninguna duda de que el apoyo británico se mantendrá, pero su liderazgo personal y carisma lo volvieron especial”.
Johnson fue obligado a renunciar su cargo por una revuelta de sus diputados, que incluyó 58 renuncias, una cifra sin precedentes. A pesar de sus promesas de imponer políticas económicas y sociales thatcheristas apodadas de “Carne Roja” y su insistencia de que no debía ser retirado en tiempos de guerra, era considerado una carga incapaz de cumplir en ambos ámbitos.
Esta agenda lo volvió la figura más odiada e injuriada en toda la historia política británica. Para millones de trabajadores, será recordado como un criminal político cuya agenda de “inmunidad colectiva” de poner fin a los confinamientos condujo a 200.000 muertes y dejó a millones enlutados o sufriendo personalmente secuelas de largo plazo.
El hombre que dijo estar comprometido con “nivelar” presidió la mayor transferencia de riqueza social a las grandes corporaciones y los superricos durante la pandemia y profundizó la miseria y las dificultades para millones de personas en una crisis del coste de vida no vista desde la Gran Depresión en la década de 1930.
Aparte de las críticas ad hominem a sus fiestas políticamente incendiarias para beber durante los confinamientos, ningún participante en la sórdida lucha por el poder en el Parlamento está en desacuerdo con ningún crimen que Johnson haya perpetrado desde que fue elegido hace tres años. Estas son sus políticas también.
Los dos miembros del gabinete que precipitaron la caída de Johnson, el excanciller Rishi Sunak y el exsecretario de Sanidad Sajid Javid, son ambos banqueros de inversión multimillonarios, que centraron su propuesta de liderazgo en la exigencia de un control más estricto sobre los aumentos salariales y el fin del endeudamiento del Gobierno.
Han desencadenado una contienda por la dirección dominada por exmilitares. Entre ellos, el favorito para sustituir a Johnson, el excapitán de la Guardia Escocesa y secretario de Defensa, Ben Wallace; la reservista de la Marina Real y exsecretaria de Defensa, Penny Mordaunt; el veterano de la guerra de Irak y Afganistán y presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de los Comunes, el teniente coronel Tom Tugendhat; junto con varios belicistas rabiosos como la secretaria de Asuntos Exteriores, Liz Truss.
El temor político que anima un desafío de liderazgo que casi llevó al colapso del Gobierno es que Johnson es una figura tan divisiva y desacreditada que no se le podría confiar la siguiente etapa de la ofensiva de la clase dominante contra la clase obrera ni la guerra de la OTAN en Europa.
La burguesía británica está inmersa en una crisis política que tiene sus raíces en el colapso capitalista global, una pandemia que sigue haciendo estragos, una espiral inflacionaria mundial, la guerra comercial, el estallido de la guerra y, sobre todo, el resurgimiento de la lucha de clases.
La crisis de la conducción conservadora se produjo menos de quince días después de las huelgas ferroviarias nacionales, durante las cuales los ministros de Johnson respondieron con planes de una legislación represiva para movilizar a esquiroles, prohibir las huelgas en los servicios esenciales y denunciar a los trabajadores ferroviarios como “títeres de Putin”. La amenaza involucra algo mucho peor.
Están en marcha varias votaciones para autorizar huelgas entre los maquinistas y los trabajadores oficinas del sistema ferroviario y amenazan con la primera huelga ferroviaria nacional desde 1995. Treinta mil trabajadores de la empresa de telecomunicaciones BT votaron a favor de la huelga, junto con 2.400 gerentes de más de 1.000 oficinas postales. Además, se está realizando otra votación entre 115.000 trabajadores de correos.
Con cientos de miles de profesores exigiendo un aumento de sueldo y la amenaza de huelgas en el Servicio Nacional de Salud, esto significa que pueden producirse huelgas con hasta tres millones de trabajadores. La clase dominante británica teme que un “verano del descontento” se convierta en un otoño caliente y un invierno de furia. El gurú de las finanzas personales Martyn Lewis, que es asesor de Sunak, señaló en Newsnight que “nos estamos acercando, como he dicho antes, a una situación de desobediencia civil... Tenemos una auténtica crisis catastrófica que afecta a 10 millones de personas que pueden caer en niveles graves de pobreza. ... Hay que ocuparse de esto y solucionarlo antes de que llegue el invierno”.
Se están dando las condiciones para que surja una huelga general que haga caer el Gobierno conservador. En lugar de ello, Johnson sigue ocupando el número 10 de Downing Street mientras su partido discute la mejor manera de organizar una rápida transición a un nuevo líder para continuar con la interminable ronda de recortes salariales y la agudización de la desigualdad social.
En todo el mundo, cientos de millones de personas sufren bajo Gobiernos profundamente impopulares, incluyendo aquellos como el de Macron en Francia, que se tambalea al borde del colapso y se enfrenta a huelgas cada vez mayores y disturbios sociales. Sin embargo, las políticas de derecha persisten, y la oposición de las masas no produce el más mínimo cambio de rumbo.
La responsabilidad política de esto recae sobre la burocracia sindical, los viejos partidos socialdemócratas y sus apéndices pseudoizquierdistas.
Casi todos los sindicatos británicos están sentados sobre papeletas de huelgas activos o retrasando su celebración. El sindicato ferroviario, marítimo y de transportes no ha organizado más jornadas de huelga mientras mantiene conversaciones infructuosas sobre los planes de un Gobierno que se hunde, mientras que el sindicato Unite anunció ayer que se ha suspendido una huelga prevista en el aeropuerto de Heathrow.
En el Parlamento, el Partido Laborista no se distingue del Partido Conservador en todos los temas importantes, y su líder sir Keir Starmer amenaza con disciplinar al puñado de sus diputados que visitaron los piquetes de los trabajadores ferroviarios. En medio de la crisis actual, los laboristas ofrecen sus servicios como una posible alternativa al Gobierno para defender el “interés nacional”, incluida la guerra contra Rusia.
Starmer amenazó con presentar una moción de censura contra el Gobierno que no se aprobaría, y solo si los conservadores no destituyen ellos mismos a Johnson. Y Starmer solo dirige el Partido Laborista porque durante cinco años Jeremy Corbyn utilizó su propio mando para desmovilizar la oposición a los conservadores y blairistas.
Sin embargo, una vez más los grupos pseudoizquierdistas instan a los trabajadores a poner su destino en manos de la burocracia. El Partido Socialista de los Trabajadores (SWP, por sus siglas en inglés) hace un llamamiento a la “dirección del sindicato ferroviario RMT” para que “convoque un programa de huelgas” y a “otros dirigentes sindicales” para que “organicen una lucha masiva por los salarios”. El Partido Socialista llama a una asamblea del Congreso de Sindicatos en septiembre para “reunir el número cada vez mayor de disputas” e incluso “para que los líderes sindicales o posiblemente Jeremy Corbyn si lo hace independientemente” resuelvan “el problema de la representación política de la clase trabajadora”.
Todo depende de que la clase obrera intervenga activamente contra el Gobierno, se libere del dominio de los sindicatos y del Partido Laborista y plantee la exigencia de una huelga general para derribar a los conservadores. Esto requiere la construcción de una red interconectada de comités de base en todos los lugares de trabajo y en los barrios.
Estos comités, controlados democráticamente por los trabajadores, pueden unificar las luchas de los trabajadores ferroviarios, sanitarios, de los correos, las telecomunicaciones, la educación, los funcionarios públicos y de los ayuntamientos en una lucha por políticas que aborden las apremiantes necesidades sociales de la clase trabajadora.
A través de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), los trabajadores del Reino Unido deben aliarse con sus hermanos y hermanas de clase que están luchando en toda Europa y a nivel internacional. Las recientes huelgas generales en Bélgica, Grecia e Italia, las huelgas de los trabajadores de las aerolíneas en toda Europa y de los trabajadores ferroviarios en Francia, muestran que ya existen las condiciones para una ofensiva coordinada. Esta sería una fuerza imparable, capaz de derrotar los ataques del Estado, deponer los Gobiernos, poner fin a su programa de austeridad y guerra, y aplicar políticas socialistas que garanticen empleos y salarios dignos y servicios esenciales para todos.
(Publicado originalmente en inglés el 7 de julio de 2022)