La infección de COVID-19 del presidente estadounidense Joe Biden representa un punto de inflexión en la respuesta de EE.UU. a la pandemia. Este acontecimiento, que debió provocar una profunda preocupación e introspección en el Gobierno de Biden, fue utilizado en cambio para declarar abiertamente la nueva política brutal de la Casa Blanca hacia la pandemia: todos contraerán COVID-19 repetidamente, año tras año, por siempre.
El World Socialist Web Site señaló que la ola en el invierno de ómicron BA.1, una subvariante altamente infecciosa e inmunoevasiva, indujo la eliminación de todas las medidas de mitigación para ralentizar la propagación del COVID-19. Como ocurrió con las variantes anteriores, los oficiales de varios Gobiernos realizaron afirmaciones anticientíficas de que BA.1 dejaría una inmunidad prolongada y volvería el virus “endémico”.
Ahora, después de sucesivas olas de tres o más subvariantes de ómicron, esta mentira desacreditada está siendo abandonada y el Gobierno de Biden está persiguiendo abiertamente una política de contagios perpetuamente masivos. Esencialmente, es una versión con una nueva fachada de la estrategia de “inmunidad colectiva” implementada por Donald Trump, pero es aún más peligrosa ya que amenaza con erosionar rápidamente la efectividad de las vacunas y los tratamientos existentes. Mientras declara descaradamente su intención de permitir que el SARS-CoV-2 se propague sin control hasta la perpetuidad, la Casa Blanca sigue encubriendo las implicancias horrendas para la sociedad estadounidense y mundial.
Es evidente que en junio se tomó la decisión de reducir sustancialmente las protecciones del presidente ante el COVID-19. En las últimas semanas, varias fotografías y videos lo muestran sin mascarilla en grandes eventos y reuniones en interiores internacionalmente. La Casa Blanca permitió conscientemente que Biden se contagiara como parte de una campaña cada vez más intensa de propaganda para obligar a la sociedad estadounidense a aceptar su política de “COVID para siempre”.
El 18 de julio, tres días después de que se anunciara la infección de Biden, su principal asesor médico de 81 años, el Dr. Anthony Fauci, comentó a Político: “Nos encontramos en un patrón. Si alguien me dice, ‘Te irás cuando dejemos de tener COVID’, entonces tendré 105 años. Creo que vamos a seguir viviendo con esto”. En otras palabras, el Dr. Fauci declaró que la pandemia se prolongará al menos por un cuarto de siglo más.
En cada una de sus tres ruedas de prensa durante la enfermedad de Biden, el coordinador de la respuesta al COVID de la Casa Blanca, el Dr. Ashish Jha, y la secretaria de Prensa, Karine Jean-Pierre, reiteraron que se están rindiendo ante el virus, declarando que todos los estadounidenses se contagiarán inevitablemente del COVID-19.
El 21 de julio, Jean-Pierre declaró, “Miren, sabíamos que esto pasaría. Como lo dijo el Dr. Jha… en algún momento, todos van a contraer COVID”. El día siguiente, el Dr. Jha afirmó sin rodeos, “Este virus va a acompañarnos para siempre”. El lunes 25 de julio, Jean-Pierre repitió, “Como lo he dicho, casi todos van a contraer COVID”. Un gran número de artículos en la prensa burguesa y segmentos en las noticias por radio y televisión repitieron como loros estos puntos.
Finalmente, Biden dio negativo al COVID-19 el miércoles y finalizó su aislamiento. Visiblemente enfermo, tosiendo repetidamente, con la vos aún ronca por la infección y con una dificultad mayor de lo usual para articular palabras, Biden mintió cínicamente por 10 minutos en un discurso frente a un grupo de asistentes sin mascarilla que le echaban porras en la rosaleda. Presentó las vacunas y el antiviral Paxlovid como “herramientas” mágicas que anulan los peligros de la transmisión viral masiva y perpetua.
Se refirió a Dios tres veces y a “rezar” una vez. No mencionó el aumento en las muertes por COVID-19, los impactos del COVID persistente, la evolución viral, el uso obligatorio de la mascarilla, la transmisión aérea ni las otras preocupaciones críticas que los científicos más destacados han manifestado sobre la pandemia. El mismo día del discurso de Biden, 801 estadounidenses más fallecieron por COVID-19 y el promedio de siete días de muertes diarias subió a 440 o 67 por ciento más desde el mínimo alcanzado el 21 de junio, mientras las hospitalizaciones se acercan a 44.000, tres veces más que hace tres meses.
Biden declaró al principio de su discurso que “la realidad es que BA.5 significa que muchos de nosotros vamos a contraer COVID incluso si tomamos las precauciones. Eso no significa que estemos haciendo algo mal. Desgraciadamente, este COVID sigue con nosotros, durante dos años y medio”.
Más tarde, afirmó falsamente: “En los últimos 18 meses, mi Administración no ha dejado piedra sin remover en nuestra lucha contra esta pandemia. Ninguna. Hemos reducido las muertes en casi un 90 por ciento desde que asumí el cargo gracias a la ayuda de todas las personas presentes aquí en la rosaleda. Las empresas y las escuelas respondieron. Los abuelos vuelven a abrazar a sus hijos y nietos”.
En realidad, debido al abandono de las medidas de mitigación durante la ola de ómicron BA.1 en el invierno, el promedio de siete días de nuevas muertes diarias alcanzó 2.654 el 1 de febrero de 2022, solo un 13 por ciento menos que el máximo de muertes diarias cuando Biden tomó posesión. A pesar de la distribución de vacunas capaces de salvar vidas, más de 610.000 estadounidenses han muerto a causa del COVID-19 desde que Biden asumió el cargo, un 39 por ciento más de muertes que las que se produjeron bajo el mandato de Trump. Más de 200.000 padres y abuelos cuidadores han muerto por COVID-19 en los Estados Unidos, la mayoría bajo Biden, cuya implacable reapertura de las escuelas provocó un contagio masivo entre los niños y sus familias.
Biden declaró: “Ahora se puede prevenir la mayoría de las muertes por COVID. Y eso se debe a tres herramientas gratuitas en las que mi Administración ha invertido y que ha distribuido este año: las dosis de refuerzo; las pruebas caseras; varios tratamientos fáciles de usar y eficaces.” Y reiteró: “Puedes vivir sin miedo haciendo lo que yo hice: ponerte la dosis de refuerzo, hacerte la prueba y recibir el tratamiento”.
Todas las afirmaciones de Biden sobre la pandemia son falsas y anticientíficas, y pretenden anestesiar y desarmar al público ante los peligros que se avecinan. La estrategia pragmática de su Administración de valerse solo de las vacunas y el Paxlovid, sumada a su negativa a detener la transmisión del virus, ha encaminado a la sociedad estadounidense hacia el desastre.
Una entrevista publicada el jueves en la revista New York con el científico Dr. Eric Topol desmiente por completo la fantasía delirante presentada por Biden y reafirma las advertencias hechas por numerosos científicos –y que solo han sido reportadas consistentemente por el WSWS— que la continuación de los contagios masivos permite que el SARS-CoV-2 evolucione en variantes más peligrosas que pueden ser cada vez más transmisibles, virulentas, inmunoevasivas y resistentes a tratamientos como el Paxlovid.
En cuanto a la resistencia al Paxlovid, el Dr. Topol afirma: “Es inevitable. Vamos a ver una resistencia a este fármaco, que, después de las vacunas, es el segundo avance más importante que hemos tenido para enfrentarnos al virus. Pero puede ser de corta duración, podría ser que, a finales del año o principios del próximo, ya no tengamos Paxlovid como remedio o rescate”.
Sobre las dosis de refuerzo de las vacunas existentes, el Dr. Topol señala los datos recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) que muestran que cada nueva subvariante de ómicron ha erosionado progresivamente la capacidad de las vacunas existentes para prevenir la hospitalización. Señala: “La caída de casi 40 puntos en la eficacia contra las hospitalizaciones de solo dos dosis debería ser una señal de que algo está pasando con nuestra protección vacunal. Pero no se ve que nadie plantee su preocupación al respecto. Todo lo que se oye es una charla feliz de que tenemos una gran protección contra las hospitalizaciones y las muertes. Yo no sé nada de eso. Estos datos no lo apoyan”.
El Dr. Topol afirma que su mayor preocupación es: “La incógnita conocida, que es que este virus todavía tiene muchas más formas de volverse más resistente a nuestra respuesta inmunitaria, y deberíamos elaborar planes para ello. Seguimos pensando que hemos alcanzado algún tipo de límite. Pero la lección más importante de BA.5, para mí, es que es peor... la única razón por la que BA.5 no parece horrible ahora mismo es porque BA.1 construyó un muro de inmunidad. Más de la mitad de los estadounidenses han tenido BA.1 o BA.2. Y ahora estamos viendo en BA.5 la mayor innovación, la mayor ventaja de crecimiento, la mayor aptitud del virus hasta el momento, y simplemente no lo estamos enfrentando”.
Y concluye: “Si solo te fijas en las probabilidades y ves todas estas rutas diferentes y decenas de millones de personas inmunocomprometidas en todo el mundo, ¿apostarías en contra de que el virus evolucione en algo más desafiante que lo que tenemos hoy? No lo creo”.
El Dr. Topol y la renombrada inmunóloga de la Universidad de Yale, la Dra. Akiko Iwasaki, han pedido que se inicie la “Operación Vacuna Nasal - Velocidad del Rayo para Combatir el COVID-19” con el fin de financiar masivamente las vacunas de nueva generación que podrían detener las infecciones por completo. Desde 2020, los principales científicos han advertido que las vacunas actuales no detendrían la transmisión y que las nuevas variantes seguirían evolucionando, pero después de dos años, prácticamente no se han invertido fondos en los Estados Unidos para desarrollar y producir vacunas más efectivas intranasales o de las mucosas.
A pesar de las recientes posturas del Gobierno de Biden, no hay ninguna intención de que estas vacunas se produzcan en masa en los Estados Unidos este año, y potencialmente durante mucho más tiempo. Los doctores Topol e Iwasaki advierten que incluso si los ensayos clínicos en curso de las vacunas intranasales tienen éxito, “habrá retrasos sustanciales en la fabricación a gran escala, la aprobación reglamentaria y la distribución”.
Está prácticamente garantizado que una variante más peligrosa evolucionará para este otoño, provocando otra ola masiva de infecciones, hospitalizaciones y muertes. Con cada nueva ola de infecciones y reinfecciones, cada vez más personas desarrollarán secuelas a largo plazo conocidas como COVID persistente, que pueden afectar casi todos los órganos del cuerpo y debilitar seriamente a aproximadamente un tercio de todos los pacientes de COVID-19.
Solo en EE.UU., más de 20 millones de estadounidenses padecen COVID persistente, y cientos de millones más en todo el mundo. A pesar de que los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) han destinado 1.300 millones de dólares al estudio del COVID persistente, no se ha iniciado ni un solo ensayo terapéutico en Estados Unidos.
El reconocimiento abierto de la horrible política del “COVID para siempre” coincide con la propagación sin precedentes de la viruela del mono en Estados Unidos y en todo el mundo. El mismo día del discurso de Biden, los CDC anunciaron la cifra récord de 1.048 casos de viruela del mono, superando todos los récords mundiales anteriores. A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) proclamó la viruela del mono como Emergencia de Salud Pública de Interés Internacional (ESPII) el pasado sábado, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) de EE.UU. se ha negado a declarar tal estado de emergencia en el epicentro mundial del brote.
El mismo abandono de los principios básicos de la salud pública se está produciendo a nivel internacional. Se trata de un componente central del colapso estructural más amplio del sistema capitalista mundial, que se desliza como en tobogán hacia una guerra mundial con armas nucleares, el colapso económico, la catástrofe ecológica y, ahora, pandemias múltiples.
En proporción directa al recrudecimiento de la crisis del capitalismo, la clase obrera internacional está entrando en lucha contra condiciones de vida cada vez más insoportables. La lucha por la eliminación mundial del SARS-CoV-2, que implica el despliegue simultáneo de todas las medidas de salud pública para detener la transmisión viral de una vez por todas, será fundamental para el desarrollo del movimiento mundial de la clase obrera. Solo a través de la revolución socialista mundial será posible ampliar enormemente la salud pública en todo el mundo, librar a la sociedad global de innumerables enfermedades infecciosas y elevar la cultura de la humanidad a nuevas cotas.
(Publicado originalmente en inglés el 28 de julio de 2022)