Español
Perspectiva

Dos incidentes marítimos: el sumergible “Titán” y el barco hundido con cientos de refugiados en el Mediterráneo

El drama del sumergible Titán, que desapareció el domingo en el Atlántico norte a 700 km de San Juan de Terranova, está siendo seguido por millones en todo el mundo. Los cinco pasajeros de la embarcación emprendieron la expedición para ver los restos del Titanic, el transatlántico que se hundió en abril de 1912, dejando unas 1.500 víctimas, y que se encuentra 3.800 m bajo la superficie.

El paradero de los cinco tripulantes —Stockton Rush, director ejecutivo de OceanGate Expeditions (la empresa que opera las expediciones al Titanic), el adinerado empresario británico y aventurero Hamish Harding; el director corporativo pakistaní Shahzada Dawood y su hijo Suleman; y el buceador experto francés Paul-Henri Nargeolet— no se conoce en este momento. Presuntamente tenían 96 horas de oxígeno cuando la nave se sumergió el domingo por la mañana.

El sumergible Titán [Photo: OceanGate Expeditions]

Es inevitable que tales acontecimientos, que involucran una carrera contra el tiempo y los elementos, atraigan el interés y la preocupación de decenas de millones de personas. Las personas empatizan profunda e instintivamente por aquellos atrapados en condiciones mortales y, en el caso actual, guardan esperanzas de que los pasajeros del Titán sean extraídos de su horrenda situación.

La posición social de los individuos no afecta nuestra actitud. No hay lugar en el movimiento socialista para cualquiera que se deleite sobre la posible muerte de un puñado de multimillonarios, imaginando patéticamente que eso haría el mundo un lugar mejor. En realidad, el proceso de una revolución social está vinculado con un crecimiento generalizado de la compasión y requiere, como señaló León Trotsky, a personas “con una psique altamente desarrollada”.

No obstante, un nivel apropiado de alarma y aprensión sobre esta potencial tragedia no significa arrojar todas las serias cuestiones sociales que plantea fuera de la ventana.

En primer lugar, recuerda ciertas ironías históricas que son tanto dolorosas como reveladoras. A escala miniatura, hay varias similitudes entre el hundimiento del RMS Titanic original y su sombra contemporánea, el Titán. Varias víctimas del desastre de 1912 también eran ricos prominentes, incluyendo a John Jacob Astor IV, un magnate y el individuo más rico en el condenado navío, así como el ejecutivo ferroviario de Pennsylvania, John Thayer.

El naufragio de 1912 y la enorme cifra de muertos, como lo han demostrado varias investigaciones, fueron completamente evitables. Fueron el producto combinado del afán de lucro empresarial, planes mal concebidos, incontables errores y simple estupidez.

“Si no hubiera sido por el orgullo y la pompa, la codicia y el lujo de los que desfilaban la cubierta superior, el Titanic nunca habría terminado en el fondo del océano”, señaló en ese momento Eugene V. Debs, el líder de Partido Socialista, durante una campaña presidencial en la que recibió casi un millón de votos.

Asimismo, hay razones para creer que las actividades de OceanGate ameritan una investigación. En 2018, el director de operaciones marítimas de la empresa David Lochridge presentó lo que la prensa ha llamado “un incisivo reporte de control de calidad” a los ejecutivos, incluyendo al director ejecutivo Stockton Rush, y fue despedido por su trabajo. Lochridge introdujo su reporte insistiendo en que era tiempo para “abordar apropiadamente los ítems que podrían presentar un riesgo de seguridad para el personal” y que “muchos problemas… suscitan preocupaciones graves para la seguridad”.

Y también están los aspectos abominables de los esfuerzos de rescate. Famosamente, el Titanic solo llevaba 20 botes salvavidas que solo podían llevar a 1.178 pasajeros, un poco más de la mitad de los 2.200 a bordo, y muchos se fueron apenas a la mitad de su capacidad.

Aunque se localice el sumergible Titán, los esfuerzos para salvar a los pasajeros se verán obstaculizados por el hecho de que en la actualidad no existe prácticamente ninguna “capacidad de rescate”, al menos en manos gubernamentales. Un comentario de Forbes señala, sorprendentemente, que a medida que “ha surgido el mercado mundial de aventuras turísticas extremas”, el rescate de submarinos se ha convertido ahora en “una empresa en gran medida privatizada” y “la mayoría de los Gobiernos tienen poco que ofrecer a los marinos desaparecidos si quedan atrapados bajo el agua”. El declive de las capacidades de rescate de Estados Unidos “ha sido dramático”. En 1960, la Marina estadounidense contaba con nueve buques especializados en el rescate de submarinos y dos remolcadores de flota equipados para labores de rescate submarino. Hoy, el servicio carece de un solo buque dedicado al rescate submarino”.

Una vez más, el vasto aparato militar, de seguridad y “antiterrorista” de Estados Unidos solo demuestra ser capaz de acabar con vidas, no de salvarlas.

La tragedia actual no arroja una luz positiva sobre el “turismo extremo”. Desear que los cinco individuos vivan y se recuperen no significa aprobar sus temerarias “aventuras”. Con demasiada frecuencia, las personas con demasiado dinero, demasiado tiempo libre, poco cerebro y una arrogancia desmesurada ponen en peligro sus vidas y las de los demás. Bezos, Branson, Musk y los de su calaña son parásitos, sin utilidad social para nadie.

La cuestión de clase atraviesa ambas tragedias como una cuchilla. De los aproximadamente 709 pasajeros del Titanic que viajaban en tercera clase, unos 537 murieron. Alrededor del 80 por ciento de los pasajeros varones de tercera clase fallecieron, mientras que solo el 3 por ciento de las mujeres de primera clase sufrieron ese destino. Como está bien documentado, los pasajeros de tercera clase a bordo del Titanic fueron confinados a su zona en las cubiertas inferiores por puertas con rejas, algunas de las cuales nunca se abrieron mientras el barco se llenaba de agua.

Ciento once años después, las divisiones de clase han alcanzado un nivel aún más elevado y maligno. Se ha convertido, de hecho, en la historia de dos barcos distintos: el Titán y el pesquero que se hundió el 13 de junio en el Mediterráneo, matando a cientos de refugiados desesperados.

Una imagen suministrada por la Guardia Costera de Grecia el 14 de junio de 2023 de un pesquero hacinado que luego se hundiría frente al sur de Grecia, dejando al menos a 79 muertos y muchos más desaparecidos. [AP Photo/Hellenic Coast Guard via AP]

No es posible imaginar a Rush ni a los demás individuos ricos a bordo del mismo barco que los refugiados, ni siquiera en sus cubiertas superiores, así como no se puede concebir a esas desafortunadas personas cerca de un sumergible que transporta a un grupo de ricos aventureros que pagaron 250.000 dólares por pasaje. Ahora se trata de dos reinos completamente separados, hostiles, distantes e impermeables el uno del otro.

La cobertura interminable del incidente en el Atlántico norte es sumamente distinta a la recibida por la terrible tragedia la semana pasada frente a la costa griega. Allí las personas, pakistaníes, egipcios, sirios, afganos y palestinos, murieron en su mayoría sin nombre ni honores. Es poco probable que algunos de ellos lleguen a ser identificados del todo.

Otra cruel ironía reside en el hecho de que dos paquistaníes ricos fueran pasajeros del Titán, mientras que cientos de hombres, mujeres y niños paquistaníes empobrecidos sucumbieron en el Mediterráneo, lo que provocó indignación y protestas en su país natal.

Lejos de facilitar los esfuerzos de rescate, los distintos Gobiernos europeos, el de Grecia centralmente, son directamente responsables de las condiciones que condujeron al ahogamiento masivo. Los funcionarios mintieron y encubrieron su papel y calumniaron a los muertos y heridos. Los refugiados supervivientes fueron arrojados a un mugriento almacén. Las personalidades de los medios de comunicación apenas podían mantenerse despiertos relatando estos hechos. Las muertes a gran escala se han convertido en algo habitual para esta gente. El mensaje implícito de sus informes era que los refugiados se lo buscaron. La realidad de la “fortaleza Europa” y los “amurallados Estados Unidos” es de una inhumanidad oficial indescriptible.

Salvar a los cientos a bordo del pesquero cerca de Grecia, una vez que estaban claramente en peligro, habría sido mucho más fácil que rescatar un barco que posiblemente está en el fondo del mar, para cualquier Gobierno o fuerza naval que lo deseara. Es legítimo plantear la cuestión de si, dado el historial homicida de los Gobiernos europeos implicados, las muertes de los refugiados pudieron haber sido provocadas deliberadamente para dar ejemplo e intimidar a otros.

Por supuesto, toda la tragedia pudo haberse evitado si simplemente se hubiera permitido a las personas que huían, como debió haber ocurrido, desplazarse con dignidad y sin obstáculos de un continente o país a otro. Su huida masiva ha sido precipitada en gran medida por las guerras imperialistas y otras operaciones llevadas a cabo por las potencias occidentales, los mismos regímenes que ahora presiden sus muertes en el mar.

La desigualdad social, las guerras neocoloniales, el crecimiento del autoritarismo y de la histeria antiinmigrante, el descrédito de la política oficial y de los medios de comunicación —“hay un mundo de significado... en las tristes circunstancias” (Debs) de estos dos episodios contrapuestos—. Sin embargo, inequívocamente, el movimiento general del grueso de la población, frente a un orden social disfuncional y criminal, es hacia la izquierda, hacia la revolución social.

(Publicado originalmente en inglés el 22 de junio de 2023)

Loading