El domingo se cumplieron 100 días desde que inició el genocidio israelí respaldado por el imperialismo en Gaza. En menos de tres meses, casi 24.000 palestinos han sido asesinados, según el Ministerio de Salud palestino, o aproximadamente una de cada 100 personas que vivían en Gaza. Esto incluye asombrosamente a 9.600 niños. Más de 60.000 personas —tres de cada 100 habitantes— han sufrido heridas. Esto es el equivalente en términos porcentuales, a 3,3 millones de muertos y 10 millones de heridos en Estados Unidos.
El bombardeo ha dejado más de la mitad de los edificios destruidos o con daños. Solo 15 de los 36 hospitales en Gaza siguen funcionando, al menos parcialmente. Los que siguen abiertos se enfrentan a una escasez grave de equipo médico, medicamentos y personal.
Para fines del mes pasado, se estimó que 1,9 millones de habitantes o el 85 por ciento han sido desplazados internamente y obligados a vivir en una diminuta región que ocupa menos que un tercio del área de la Franja de Gaza, que de por sí ya se extiende por solo 365 kilómetros cuadrados. Se están propagando enfermedades debido al hacinamiento extremo y el desabastecimiento de comida, agua, electricidad e instalaciones de higiene básica.
Los últimos tres meses han atestiguado una atrocidad tras otra, incluyendo bombardeos de campos de refugiados y hospitales, el asesinato de periodistas y trabajadores de medios de comunicación (más de 100 hasta la fecha) y la ejecución masiva de prisioneros.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu conmemoró los 100 días de masacre declarando: “Nadie nos detendrá, ni La Haya [refiriéndose al caso presentado ante la Corte Internacional de Justicia] ni el eje del mal, ni nadie más”. Israel seguirá “hasta el final, hasta la victoria completa”, advirtió, lo que solo puede significar que todos los palestinos en Gaza y Cisjordania sean o bien asesinados o expulsados al exilio.
El genocidio en Gaza ha provocado una oposición masiva en todo, como lo demuestran la participación de millones en manifestaciones en los últimos tres meses. Es el movimiento contra la guerra más grande desde las protestas contra la invasión estadounidense de Irak. Además, ha puesto al descubierto tanto la criminalidad y el carácter fascistizante del Gobierno israelí como el apoyo activo y la complicidad de las potencias imperialistas, sobre todo de Estados Unidos. Para toda una generación de jóvenes, el apoyo inequívoco del Gobierno de Biden a las acciones israelíes está desenmascarando la mentira de que el Partido Demócrata representa un “mal menor”.
Una protesta coordinada globalmente el sábado involucró manifestaciones en 120 ciudades de 45 países. Las más significativas se produjeron en Londres con 500.000 personas —la más grande en dicha ciudad desde el 11 de noviembre cuando hubo 800.000 participantes— y en Washington D.C. con más de 100.000 personas.
Sin embargo, existe un marcado contraste entre el espíritu que anima a los asistentes y la perspectiva de los principales organizadores de las manifestaciones. La política de estos últimos es la de la impotente clase media, que deja sin decir todas las cosas más importantes que hay que decir, mientras desvía la oposición hacia sectores de la misma élite gobernante responsable de los crímenes que se están cometiendo.
La manifestación de Londres fue coorganizada por la Coalición Stop the War [Detengan la Guerra], liderada políticamente por el exlíder del Partido Laborista Jeremy Corbyn. En su intervención, Corbyn, que personifica la cobardía política, no mencionó ni al Partido Laborista ni a su líder, sir Keir Starmer, quien ha respaldado plenamente el genocidio. Y ello a pesar de que Starmer expulsó a Corbyn del Partido Laborista Parlamentario basándose en acusaciones fraudulentas de antisemitismo. En la plataforma participaron varios parlamentarios laboristas que se han opuesto al apoyo de su partido a Israel. Todos defienden la postura de que de alguna manera se puede presionar al Partido Laborista para que se oponga a las acciones de Israel.
La manifestación en Estados Unidos fue organizada por una coalición de grupos musulmanes junto con ANSWER, que está vinculado al Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL).
Una solicitud enviada a los organizadores por el World Socialist Web Site y el Partido Socialista por la Igualdad para intervenir en la manifestación fue rechazada. Aunque varios oradores palestinos hablaron conmovedoramente de la catástrofe de Gaza, la línea política corrió a cargo de un puñado de demócratas que criticaron las acciones de Israel, junto con los candidatos presidenciales Jill Stein (Partido Verde) y Cornel West.
Entre los demócratas se encontraba el congresista Andre Carson (Indiana), que declaró haber identificado en la manifestación “lo que significa aprovechar a nuestro bloque de votantes”. Carson se encuentra entre los demócratas (junto con Alexandria Ocasio-Cortez y otros) que firmaron una carta dirigida a la Casa Blanca el año pasado que, aunque expresaba algunas críticas a las acciones de Israel, concluía agradeciendo a la Administración de Biden lo que “está haciendo para responder a esta crisis, proporcionar apoyo a nuestro aliado Israel y traer a los ciudadanos estadounidenses a casa sanos y salvos”.
Carson evitó cualquier referencia en sus comentarios al Gobierno de Biden y a su apoyo al genocidio, y concluyó con un llamamiento a “reelegir a quienes nos representan”, presumiblemente a él mismo y otros demócratas.
Las declaraciones de Stein, supuestamente independiente de los demócratas como miembro del Partido Verde, estaban totalmente orientadas a presionar a la élite política, sin referirse al Partido Demócrata ni al presidente Biden por su nombre. “Tenemos el poder de decirle a la Casa Blanca del AIPAC [Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos] y al Congreso del AIPAC, que ustedes responden ante nosotros, ante nosotros el pueblo... Tenemos el poder de dar instrucciones a nuestros cargos electos sobre lo que tienen que hacer”.
Sin embargo, la experiencia de los últimos tres meses ha demostrado que los “cargos electos” demócratas y republicanos no responden a la oposición masiva recibiendo “instrucciones”, sino denunciando las protestas contra el genocidio como antisemitas y tratando de criminalizarlas. La Administración de Biden, además, ha respondido a la creciente oposición llevando a cabo una gran expansión de la guerra en Oriente Próximo mediante el bombardeo de Yemen, que amenaza con una guerra con Irán.
Cornel West se pronunció hacia su conclusión. West se especializa en un tipo de discurso que afecta más a los nervios que el cerebro, cargado de ruido y furia que, si uno lo piensa un momento, no significa nada. Como es típico en todas sus intervenciones, West gritó sobre los “guerreros del amor”, la necesidad de “amor en libertad y libertad en el amor”, “la verdad en todo el mundo renace” y otras generalidades moralistas.
West se refirió a Biden y a otros funcionarios del Gobierno como criminales de guerra, aunque de nuevo no hizo ninguna referencia al propio Partido Demócrata, con el que tiene una larga asociación. West concluyó su intervención declarando: “Pedimos algo más que un alto al fuego, pedimos el fin del asedio, el fin de la ocupación y que los palestinos vivan una vida digna”. ¿Cómo se conseguirá esto? ¿Con qué medios y en base a qué perspectivas? West no ofreció nada, salvo la esperanza de que Biden y Blinken cambien de actitud.
Quedó excluida de la manifestación toda referencia a las cuestiones esenciales en el desarrollo de un movimiento contra el genocidio. No se habló de la historia de Israel y del sionismo ni de su papel como baluarte del imperialismo en Oriente Próximo. Nadie se refirió a los intereses detrás del apoyo imperialista al genocidio, a las tres décadas de guerra interminable, a los preparativos para la guerra contra Irán, a la relación de esto con la guerra en curso de EE.UU. y la OTAN contra Rusia o al conflicto en ciernes con China. No hubo ninguna referencia a la clase obrera ni al crecimiento de la lucha de clases en todo el mundo. Las palabras “imperialismo” y “capitalismo” fueron mencionadas, ni hablar del “socialismo”.
Los organizadores no querían referencias a nada de esto porque iría en contra de su orientación hacia el Partido Demócrata. Por eso, por supuesto, se negaron a permitir que un orador del World Socialist Web Site se dirigiera al mitin.
Para las masas de trabajadores y jóvenes, incluidos los que han participado en las manifestaciones, la cuestión urgente es la formación de un movimiento de la clase obrera, en EE.UU. y a escala mundial, que incluya huelgas masivas y otras acciones para detener el flujo de armamento a Israel.
La lucha contra el genocidio es necesariamente una lucha contra el imperialismo de EE.UU. y la OTAN, para el que Israel sirve de agente en Oriente Próximo. La lucha contra el imperialismo es necesariamente una lucha contra el capitalismo, mediante la conquista del poder por parte de la clase obrera y la reorganización socialista de la economía mundial. Esto requiere la oposición a todos los Estados capitalistas y a los partidos políticos de la élite dominante. Solo por este camino se podrá detener esta guerra y todas las guerras que se están intensificando y preparando.
Esta es la conclusión fundamental que hay que sacar de los 100 días del genocidio imperialista-sionista en Gaza.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de enero de 2024)