La decisión de Estados Unidos de suministrar $20 mil millones en armas a Israel un día después de anunciar el despliegue del segundo grupo de ataque con portaaviones a la región representa un paso más hacia una guerra regional en Oriente Próximo. Respaldado por toda la burguesía, el Gobierno de Biden está decidido a librar un conflicto catastrófico contra Irán, que percibe como un frente más del estallido global de violencia imperialista contra sus rivales, que solo puede ser detenido mediante la movilización política independiente de la clase obrera internacional.
Esta es la conclusión ineludible del armamento siendo vendido. Después de facilitar el genocidio de Israel en Gaza durante más de 10 meses, el Gobierno de Biden planea entregar más de 50 aviones de combate F-15, misiles aire-aire avanzados de mediano alcance, municiones de 120 mm para tanques, morteros altamente explosivos y vehículos tácticos. Se prevé que la entrega de la flota completa de aviones demore cinco años en completarse.
Desde el punto de vista puramente militar, no hay un uso concebible para un arsenal tan vasto en Gaza, que ya fue hecho trizas y donde los combatientes de Hamás poseen, como mucho, cohetes rudimentarios de corto alcance que rara vez ponen en peligro algún objetivo dentro de Israel. La necesidad urgente de Israel de tales armas solo tiene sentido en el contexto de los preparativos avanzados contra oponentes más sofisticados, como la milicia de Hezbolá en Líbano y propiamente Irán, que tienen la capacidad de derribar aviones israelíes y atacar el país directamente con misiles de largo alcance.
Como explicó el candidato presidencial del Partido Socialista por la Igualdad (SEP, por sus siglas en inglés), Joseph Kishore, en un comunicado en el que condenó la venta de armas:
Hay un subtexto siniestro en el anuncio del Pentágono. Israel ya tiene una superioridad aérea incuestionable en la región. El único propósito de esta venta de armas es reemplazar las pérdidas anticipadas en una guerra con Irán y sus aliados, que podría estallar en cualquier momento. La Administración de Biden-Harris quiere asegurarse de que Israel pueda seguir pulverizando a la población de Oriente Próximo sin perder el ritmo.
Esta venta de armas fue precedida por señales inequívocas de que Washington quiere una guerra en toda la región. Desde el comienzo del genocidio de Israel en octubre pasado, los funcionarios estadounidenses han dejado en claro que su respaldo a la “solución final” de la cuestión palestina está relacionado con los planes para luchar contra Irán, un aliado clave de Rusia y China en Oriente Próximo.
Después de que Israel bombardeara el Consulado de Irán en Damasco en abril, matando a siete miembros de alto rango del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní, Estados Unidos y otras fuerzas militares de la OTAN ayudaron a bloquear la represalia iraní contra Israel con drones y misiles. La última provocación escandalosa de Israel, el asesinato del comandante de Hezbolá, Fuad Shukr, en Beirut y del líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán con pocas horas de diferencia a fines de julio, llevó a Washington a anunciar el acuerdo de armas de $20 mil millones y otorgar a Israel $3.5 mil millones del paquete de ayuda de $14 mil millones aprobado por el Congreso en abril para comprar armas fabricadas en Estados Unidos de inmediato. Además, el Gobierno de Biden levantó un embargo de armas de tres años a Arabia Saudita, el archirrival de Irán en la región.
Dado que los funcionarios iraníes, incluido el líder supremo Ali Jamenei, han reafirmado su derecho a tomar represalias por el asesinato de Haniyeh, el Gobierno de Biden está incitando a Teherán a lanzar un ataque que luego puede usar para justificar una mayor escalada.
Los políticos estadounidenses e israelíes ya no ocultan el hecho de que Irán está en la mira. Durante su discurso ante una sesión conjunta del Congreso en julio, Netanyahu proclamó abiertamente su intención de librar una guerra en alianza con el imperialismo estadounidense contra Irán, por lo que recibió ovaciones bipartidistas. “Si recuerdas una cosa, una cosa de este discurso, recuerda esto: nuestros enemigos son tus enemigos, nuestra lucha es tu lucha y nuestra victoria será tu victoria”, declaró en medio de aplausos. “Irán entiende que, para desafiar verdaderamente a Estados Unidos, primero debe conquistar Oriente Próximo... Sin embargo, en el corazón de Oriente Próximo, interponiéndose en el camino de Irán, está... el Estado de Israel”.
Netanyahu discutió una guerra regional en una reunión a puerta cerrada al día siguiente con la vicepresidenta y candidata presidencial demócrata Kamala Harris, quien inició su rueda de prensa después con la declaración: “Acabo de tener una reunión franca y constructiva con el primer ministro Netanyahu. Le dije que siempre me aseguraré de que Israel pueda defenderse, incluso de Irán y de las milicias respaldadas por Irán, como Hamás y Hezbolá”.
Los estrategas imperialistas estadounidenses pretenden utilizar una guerra para reestructurar fundamentalmente todo Oriente Próximo en interés de Washington y a expensas de sus rivales. Eliminar a Hezbolá, que está alineado con Teherán, y expulsar a las fuerzas iraníes de la vecina Siria socavaría el régimen proiraní de Asad y facilitaría un ataque a las fuerzas rusas en su única base naval mediterránea en Tartus. Washington también espera utilizar una guerra para socavar la creciente influencia de China en la región, como lo demuestra su intermediación de una tregua entre Irán y Arabia Saudita el año pasado, y su creciente presencia económica.
Pero estos objetivos son delirantes. El imperialismo estadounidense ya ha matado a millones en todo Oriente Próximo y Asia central durante tres décadas de guerra ininterrumpida y ha arrasado sociedades enteras. La devastación de Irak, Afganistán, Libia y Siria no hizo nada para revertir el precipitado declive económico del imperialismo estadounidense frente a sus competidores, sino que exacerbó los conflictos entre las grandes potencias. Por lo tanto, una nueva guerra se convertiría rápidamente en un enfrentamiento directo entre las principales potencias a escala global.
Estos desastres actúan más como un catalizador que un freno en el desencadenamiento de nuevas aventuras militares por parte del imperialismo estadounidense. La determinación de Washington de provocar una guerra total con Irán es inseparable de su estrategia de guerra mundial, que considera el único medio viable para mantener su hegemonía contra rivales y supuestos “aliados” por igual.
Además de Oriente Próximo, que se considera un frente crítico en esta guerra debido a la alta concentración de recursos energéticos de la región y su importancia geoestratégica para el control de Europa y Asia, Washington está en guerra con Rusia en Ucrania y se prepara para una guerra con China en el Indo-Pacífico.
En una etapa más temprana de este proceso, tras explicar que “ninguna parte del mundo está fuera de los intereses del capitalismo estadounidense”, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional escribió en su declaración de 2016 “El socialismo y la lucha contra la guerra”: “Cada país y cada continente es visto a través del prisma de los intereses económicos y geopolíticos del imperialismo norteamericano. La clase dirigente estadounidense se concentra en el desarrollo de una estrategia para hacer frente a cada desafío real y potencial”.
Este reparto del mundo involucra a todas las potencias imperialistas de América del Norte, Europa y Japón. Surge de las contradicciones intratables del capitalismo mundial: entre la producción globalizada y la división del mundo en Estados nacionales antagónicos, y entre el carácter social de masas de la producción y su concentración en unas pocas manos privadas. La única resolución disponible para los imperialistas es sumergir a la humanidad en la barbarie de una conflagración global, a pesar de que esto arriesgue un Armagedón nuclear.
Las mismas contradicciones capitalistas están impulsando a la clase obrera a la lucha revolucionaria. Los trabajadores de todo el mundo están indignados por la barbarie del genocidio en Gaza y la hipocresía de sus defensores imperialistas, y por el impulso de la clase dominante para colocar todo el peso del militarismo y la guerra sobre las espaldas de los trabajadores a través de recortes salariales y austeridad. La tarea urgente es unificar estas luchas en un movimiento global contra la guerra dirigido por la clase trabajadora sobre la base del programa de la revolución socialista mundial, ya que la guerra imperialista solo puede detenerse poniendo fin al sistema capitalista en el que está arraigada.
Esto requiere la construcción de un partido socialista de masas e internacionalista de la clase obrera. Ese partido es el Partido Socialista por la Igualdad en los Estados Unidos y otras secciones nacionales del CICI en todo el mundo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de agosto de 2024)