Estados Unidos y Rusia están al borde de una guerra abierta. Este es el significado de los informes de que Estados Unidos y Reino Unido pronto permitirán que Ucrania use misiles de la OTAN para atacar territorio ruso.
El viernes, el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro británico, Keir Starmer, se reunieron para discutir los planes. El New York Times, en su informe sobre el encuentro, se refirió a “deliberaciones” sobre una decisión que “podría tener muchas consecuencias más que las concesiones anteriores de [Biden] que entregaron armas en gran medida defensivas a Ucrania durante los últimos dos años y medio”.
De hecho, la reunión con Starmer y Biden solo se puede entender como una aprobación final de una decisión que ya se ha tomado. Refiriéndose a los comentarios de Starmer después de la reunión, el artículo del Times declaró que Starmer “insinuó que esperaba que pronto se tomara una decisión sobre los misiles”.
The Guardian informó el miércoles que “ya se había tomado la decisión de permitir que Ucrania usara misiles de crucero Storm Shadow contra objetivos dentro de Rusia”.
Starmer voló a Washington menos de dos semanas antes de asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 24 de septiembre en Nueva York. Claramente, se decidió que el primer ministro del Partido Laborista necesitaba reunirse de emergencia con el presidente del Partido Demócrata para finalizar los planes.
La reunión entre Biden y Starmer tuvo lugar solo un día después de que el presidente ruso, Vladimir Putin, advirtiera que el uso de armas de la OTAN para atacar ciudades rusas convertiría a la OTAN en un participante directo de la guerra, redoblando la amenaza de represalias rusas contra los miembros de la OTAN.
En respuesta al anuncio planeado, Putin declaró: “Si se toma esta decisión, significará nada menos que la participación directa de los países de la OTAN, los Estados Unidos y los países europeos en el conflicto en Ucrania”. Añadió: “Su participación directa, por supuesto, cambia significativamente la esencia misma, la naturaleza misma del conflicto”.
Se está implementando esta gran escalada de la guerra, con todas sus consecuencias catastróficas, completamente a espaldas de la población. Después de su reunión con Starmer, un periodista le preguntó directamente a Biden: “¿Qué dice sobre la amenaza de guerra de Vladímir Putin?”. Con asombrosa arrogancia, Biden bramó: “Cállate”. Estas palabras iban dirigidas a la prensa, pero son una amenaza para toda la población: no nos cuestionen.
Ante la misma pregunta luego, Biden respondió: “No pienso mucho en Vladímir Putin”, antes de que el personal de la Casa Blanca sacara en voz alta a la prensa de la sala.
Estados Unidos y Reino Unido se están preparando para tomar una decisión que amenaza con desencadenar una guerra a gran escala entre Estados con armas nucleares. Aunque no empiece con armas nucleares, las consecuencias son enormes.
Cualquiera que sea el momento del anuncio de que las armas de la OTAN se utilizarán para atacar en el interior de Rusia, la realidad innegable es que Estados Unidos y Rusia están al borde de una guerra abierta.
Una lógica militar implacable está en marcha. Las potencias de la OTAN están respondiendo a una situación en la que las fuerzas ucranianas que patrocinan han quedado diezmadas y se enfrentan a una debacle militar. Solo a través de una intervención mayor y más directa de la OTAN se puede salvar todo el proyecto de la guerra.
Sin embargo, la Administración de Biden está tratando de minimizar los enormes peligros planteados por su imprudente intensificación de la guerra, al afirmar que Putin está mintiendo y no tomaría represalias ante los ataques de la OTAN contra las ciudades rusas.
Cuando se le pidió que respondiera a las declaraciones de Putin, el Departamento de Estado dijo el viernes:
Eso es muy similar a las cosas que ha dicho en el transcurso de los últimos dos años y medio, lo hemos visto hacer declaraciones similares... Así que no es realmente una nueva declaración del presidente Putin.
Este argumento hizo eco de la declaración hecha por legisladores republicanos en una carta pidiendo que se permitan los ataques contra ciudades rusas con armas de la OTAN, que declaraba:
Ni el uso por parte de Ucrania de armas proporcionadas por Estados Unidos en Rusia ni su incursión militar en la región rusa de Kursk, la primera ocupación extranjera del territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial, ha desencadenado una escalada rusa.
La afirmación de que debido a que Putin no ha tomado represalias por las provocaciones estadounidenses en el pasado, no lo volvería a hacer es falsa y, francamente, una locura. ¿Qué pasa si esta suposición es incorrecta?
La estrategia de la reaccionaria “Operación Militar Especial” seguida por la clase dominante rusa, de que una acción militar limitada contra Ucrania resultaría en un acuerdo negociado con la OTAN y sus representantes de Kiev, se ha derrumbado.
Ahora, el propio Putin está bajo una enorme presión para responder a la escalada de la OTAN, y se ha quedado sin espacio para dar marcha atrás. Un asesor de alto nivel de Putin, en una entrevista ampliamente leída, ha declarado que las armas nucleares fueron creadas para defender a Rusia, y el Gobierno debe estar dispuesto a usarlas.
Por su parte, frente a un colapso de la posición militar de Ucrania, la Administración de Biden está tratando de garantizar que, independientemente del resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, a menos de dos meses de distancia, los “hechos sobre el terreno” obligarán a una gran escalada de la guerra.
Se están creando las condiciones para que la guerra de la OTAN y Rusia entre en una espiral masiva, con consecuencias incalculables.
Este mes, Mehring Books publicó Sounding the Alarm: Socialism Against War, que consiste en los discursos pronunciados por el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North, en los actos en línea del Primero de Mayo, organizadas por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, que comenzaron en 2014. En sus comentarios en el primer mitin del Primero de Mayo, North advirtió:
Aquellos que creen que la guerra con China y Rusia es una imposibilidad, que las principales potencias imperialistas no se arriesgarían a una guerra con potencias nucleares, se están engañando a sí mismos. La historia del siglo XX, con sus dos guerras mundiales devastadoras y sus innumerables y muy sangrientos conflictos localizados, ha proporcionado evidencia suficiente de los riesgos que las clases dominantes imperialistas están dispuestas a asumir. De hecho, están dispuestas a arriesgar el futuro de toda la humanidad y del planeta mismo. Cien años después del estallido de la Primera Guerra Mundial y 75 años después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, la clase obrera internacional se enfrenta a la lucha contra el peligro de un tercer cataclismo imperialista.
Todas las advertencias hechas por el CICI y el WSWS sobre la amenaza de una guerra global han sido confirmadas. Sin una intervención de la clase obrera y el desarrollo de protestas masivas contra la guerra, nada puede detener la marcha hacia la guerra.
Las mismas contradicciones que dan lugar a la guerra imperialista crean las bases objetivas para la revolución social. En este sentido, la huelga de más de 30.000 trabajadores de Boeing, que ha paralizado no solo a una empresa grande de aviones de pasajeros, sino también a un contratista militar estadounidense clave, tiene una inmensa importancia. Cualesquiera que sean los problemas contractuales inmediatos, demuestra la creciente oposición de la clase trabajadora a la profundización de la crisis del capitalismo de la que la guerra misma es una expresión.
Esta oposición debe desarrollarse no solo a lo largo de las líneas sindicales, sino también a lo largo de las líneas políticas. El movimiento de los trabajadores de Boeing debe convertirse en un punto de encuentro entre la lucha de la clase obrera contra los pirómanos militares y la defensa de sus derechos sociales y económicos, que hay que fusionar con base en una perspectiva socialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de septiembre de 2024)
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