Los países europeos están derrochando colectivamente cientos de miles de millones de euros en un torbellino frenético de gasto militar. El desvío masivo de recursos de los programas sociales y los empleos hacia la maquinaria de guerra está preparando una colisión entre las potencias imperialistas europeas y la clase trabajadora.
El domingo, el comandante de las fuerzas armadas alemanas, Carsten Breuer, ordenó que el ejército alemán se modernice completamente para 2029. Berlín destinará 1 billón de euros a la guerra con aviones no tripulados, misiles de largo alcance y capacidades de guerra espacial. Ayer, el canciller alemán Friedrich Merz dejó claro cómo se utilizarán dichos fondos, anunciando una nueva escalada militar contra Rusia que amenaza con el estallido de una guerra total en Europa.
Dando a entender que Berlín ahora daría a Ucrania misiles de largo alcance como su misil de crucero Taurus para ataques en toda Rusia, Merz dijo:
Ya no hay límites en el alcance de las armas entregadas a Ucrania, ni para los británicos, ni para los franceses, ni para nosotros. Tampoco para los estadounidenses.
Merz prometió que los misiles de Alemania y sus aliados de la OTAN serían utilizados “contra instalaciones militares en suelo ruso”. Esto plantea el riesgo de que Rusia dispare sus misiles rusos contra objetivos en Alemania, desatando una espiral de incontrolable.
Sin embargo, la política alemana es solo la expresión más despiadada de una fiebre de guerra que se apodera de toda la burguesía europea. De 2014 a 2024, el gasto militar anual europeo se duplicó con creces, pasando de 147.000 millones de euros a 326.000 millones de euros, con un aumento de más de un tercio desde 2022. El gasto militar de Alemania aumentó un 28 por ciento en 2024 hasta alcanzar los 88.500 millones de dólares, y el de Polonia creció un 31 por ciento hasta alcanzar los 38.000 millones de dólares, mientras que Francia se comprometió a casi duplicar su gasto militar hasta los 100.000 millones de euros para 2030.
El rearme continúa en gran medida a costas de la población europea, sin que se dé ninguna explicación al público sobre sus costos u objetivos. La semana pasada, la Unión Europea (UE) activó el programa Acción de Seguridad para Europa, una parte de su plan de rearme de 800.000 millones de euros acordado en marzo que proporciona a los Estados de la UE y Reino Unido 150.000 millones de euros en préstamos para proyectos conjuntos de defensa europeos. Si bien esta decisión prácticamente no fue reportada, significa que los Estados europeos tendrán que reembolsar 150.000 millones de euros, ya sea aumentando los impuestos o recortando los programas sociales.
La respuesta de las potencias imperialistas europeas a la llegada de Trump al poder este año es una explosión de militarismo a una escala nunca vista desde que los nazis gobernaron Europa. Cuando Trump amenazó con poner fin a la ayuda militar a Ucrania y suspender las garantías de seguridad de Estados Unidos a Europa, buscaron desarrollar la capacidad de librar guerras a gran escala de forma independiente en toda Europa, incluso con armas nucleares contra Rusia.
Washington y sus “aliados” europeos de la OTAN son rivales en la amarga disputa por mercados y ventajas estratégicas entre las potencias mundiales. Después de que Trump intentara excluir a Europa de las negociaciones sobre Ucrania y exigiera que Ucrania le diera a Washington 500.000 millones de dólares en minerales de tierras raras, Reino Unido y la UE avanzaron en planes competitivos para saquear minerales ucranianos. El comisario de la UE, Stéphane Séjourné, pidió una “asociación de beneficio mutuo” en la que Ucrania proporcionaría “21 de los 30 materiales críticos que Europa necesita”.
El rearme de Europa no procura defender la democracia contra Rusia o Trump, sino que asume un carácter cada vez más abiertamente agresivo y fascistizante. Las capas de la clase dominante europea están prescindiendo de la ficción política de que no están involucradas en una guerra global entre las grandes potencias, o que rechazan el uso de genocidios como una herramienta en la búsqueda de sus intereses económicos y militares.
El domingo, la líder del Partido Conservador británico, Kemi Badenoch, defendió descaradamente el genocidio israelí en Gaza en Sky News como supuestamente beneficioso para Reino Unido, ya que se dirige contra Irán y Hamás. Y prosiguió:
Israel está librando una guerra de poder en nombre del Reino Unido, al igual que Ucrania en nombre de Europa occidental contra Rusia.
El genocidio en Gaza, al igual que los recortes sociales ahora preparados para financiar el rearme europeo, ha provocado una profunda ira entre los trabajadores. Se avecinan luchas de clases explosivas. Sin embargo, para detener la trayectoria hacia una tercera guerra mundial, se debe hacer un ajuste de cuentas político decisivo con las maniobras reaccionarias de los partidos pseudoizquierdistas de clase media y sus burocracias sindicales aliadas dentro de cada país europeo.
Estas fuerzas, descendientes del estalinismo y renegados pequeñoburgueses del trotskismo, desempeñan un papel clave tanto en la guerra como en el bloqueo de la oposición de la clase obrera. Mientras que el partido La Izquierda de Alemania dio votos clave en el Parlamento para instalar al belicista Merz en el poder, el Nuevo Frente Popular de Francia dirigido por Jean-Luc Mélenchon inscribió en su programa electoral el año pasado el plan de Macron de enviar tropas francesas como “fuerzas de paz” a Ucrania. En cuanto al partido español Podemos (ahora Sumar), entró en los Gobiernos que están adoptando los mayores presupuestos militares de España en la historia.
Además, estos partidos y sus aliados se dedican a controlar las protestas contra el genocidio de Gaza y la austeridad en Europa con la perspectiva ruinosa de apelar a los Gobiernos imperialistas para que cambien de política.
La podredumbre de esta perspectiva fue demostrada por su papel en el movimiento huelguístico europeo de masas hace dos años. Mientras millones de trabajadores hacían huelga contra la inflación y la austeridad en Alemania, Reino Unido, Francia, Turquía y en toda Europa, las secciones europeas del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) emitieron una declaración sobre el movimiento emergente. Titulado “El movimiento de huelga de masas, la guerra y la crisis revolucionaria en Europa”, explicaba:
Lo que se está desarrollando no es una serie de luchas sindicales nacionales que puedan resolverse mediante negociaciones aisladas con uno u otro Gobierno capitalista. Más bien, es una lucha política internacional, en la medida en que los trabajadores plantean demandas similares en todos los países y se enfrentan a la represión policial y amenazas legales de regímenes desacreditados y ampliamente despreciados...
Lo que está surgiendo en toda Europa es una situación objetivamente revolucionaria. Las alternativas están tan crudamente planteadas como lo estaban al estallar la Primera Guerra Mundial, hace más de un siglo. O la clase capitalista sumerge a Europa y al mundo en una guerra global entre Estados con armas nucleares, o la clase trabajadora toma el poder de las manos de las élites gobernantes belicistas.
Sin embargo, las huelgas fueron traicionadas uniformemente o estranguladas políticamente. En ninguna parte fue esto más flagrante que en las huelgas masivas en Francia contra los impopulares recortes de pensiones para financiar el aumento del gasto militar.
Millones de trabajadores se declararon en huelga y estallaron disturbios en todo el país en la mayor crisis política de Francia desde la huelga general de mayo de 1968. Sin embargo, Mélenchon evitó cualquier llamado a una lucha política para derrocar a Macron, y las burocracias sindicales terminaron sumariamente las huelgas y protestas después de que se promulgaran los recortes en violación de la abrumadora oposición popular. Por lo tanto, sentaron las bases para los aumentos récord en el gasto militar en Francia y en toda Europa en los últimos dos años.
Están en la agenda movimientos similares hoy según el imperialismo europeo busca un rearme aún más gigantesco. Pero hay que tomar lecciones. Hay que romper el control de las fuerzas pseudoizquierdistas sobre la lucha de clases. Esto significa, en primer lugar, construir comités de acción de base entre los trabajadores y los jóvenes, para coordinar las luchas de clases a nivel internacional, independientemente del sabotaje de la burocracia, y construir una movilización más amplia y continua contra el genocidio, el fascismo y la guerra.
Sobre todo, significa construir un movimiento político para saturar a los trabajadores y jóvenes con la conciencia de que tal lucha requiere en última instancia transferir el poder a la clase trabajadora en una revolución socialista mundial. El alma de tal movimiento es la oposición irreconciliable del CICI al estalinismo y a todas las formas de oportunismo nacional y la continuidad ininterrumpida de su defensa del trotskismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de mayo de 2025)