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Humo de incendios forestales cubre grandes zonas de América del Norte

En esta imagen publicada por el Parque Nacional Jasper, el humo se eleva desde un incendio forestal cerca de Jasper, Alberta, Canadá, el miércoles 24 de julio de 2024 [AP Photo/Jasper National Park/The Canadian Press]

El inicio temprano de la temporada de incendios forestales en Canadá, y la nube de humo que ha cubierto América del Norte como resultado, ha puesto en evidencia uno de los muchos peligros generados por el cambio climático y la incapacidad del sistema capitalista para resolver la crisis global.

Más de 33.000 personas continúan evacuadas de sus hogares, incluyendo unas 17.000 provenientes de las Primeras Naciones en Manitoba. El conteo oficial de muertos se mantiene en dos.

Según el Centro Interinstitucional Canadiense de Incendios Forestales, actualmente hay 208 incendios activos en todo el país, concentrados principalmente en Columbia Británica, Alberta y Saskatchewan. La única provincia sin incendios activos es Nueva Escocia. Actualmente, 114 incendios son considerados “fuera de control”, lo cual significa que se espera que crezcan. Solo 71 están contenidos, con otros 23 que aún no están controlados pero cuyo crecimiento no se anticipa.

Las mayores concentraciones de humo de estos incendios, el jueves, se encontraban en Chicago, Detroit y Toronto. El Índice de Calidad del Aire (AQI, por sus siglas en inglés) alcanzó 170 en Chicago y 161 en Detroit, convirtiéndolas en las ciudades con la segunda y tercera peor calidad del aire a nivel mundial. Estos valores son más del triple de lo que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) clasifica como “buena” calidad del aire. A lo largo del día, el índice AQI en Toronto se elevó a 142, convirtiéndose en la séptima ciudad con peor calidad del aire en el mundo.

Cantidades peligrosas de humo también se extendieron por el Alto Medio Oeste y el norte del centro de EE. UU., incluyendo la mayor parte de Minnesota, el oeste de Wisconsin y el este de Nebraska. Más de 115 millones de personas en el este de Estados Unidos y Canadá están bajo alertas de calidad del aire.

El AQI se mide como la mayor concentración de varios gases tóxicos —incluyendo ozono, monóxido de carbono, dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno— así como la cantidad de partículas microscópicas, identificadas como PM2,5 y PM10, en la atmósfera baja. Investigaciones médicas han demostrado que las partículas PM2,5 son lo suficientemente pequeñas como para ingresar a los pulmones y al torrente sanguíneo, y que las altas concentraciones registradas en Chicago, Detroit y Toronto pueden provocar bronquitis, asma, enfermedad pulmonar obstructiva, cardiopatías y diabetes.

Como resultado, la EPA recomienda que quienes sufran de esta mala calidad de aire “eviten esfuerzos prolongados o intensos” y advierte que personas con asma o enfermedades cardíacas estén atentas a síntomas como tos, dificultad para respirar, palpitaciones o fatiga. Se estima que cada año mueren 7 millones de personas en el mundo debido a la mala calidad del aire.

Sin embargo, los millones de trabajadores que viven en las regiones afectadas no pueden simplemente permanecer en interiores. Además de los cientos de miles que trabajan al aire libre en construcción o agricultura, cientos de miles más laboran en plantas y fábricas que carecen de ventilación adecuada.

Tampoco se le brinda a la clase trabajadora la protección necesaria, incluyendo mascarillas N95 o mejores, para garantizar que no se vean obligados a respirar humo y partículas en sus lugares de trabajo. Un comentarista cínico de CBS, transmitiendo desde la ciudad de Nueva York, se limitó a indicar que el humo “no es tan malo” como el de los incendios de 2023.

La falta de consideraciones para la salud y seguridad es del mismo tipo que condujo a la muerte del trabajador automotriz Ronald Adams Sr., quien fue aplastado el 7 de abril cuando una grúa aérea se activó inesperadamente, inmovilizándolo y aplastando fatalmente su torso superior. La salud y vida a largo plazo de la clase obrera es secundaria frente a la ganancia privada capitalista.

Además, la temporada de incendios forestales en América del Norte apenas comienza. La temporada de incendios de 2024 en Canadá fue una de las peores registradas, solo superada por la de 2023. Si se mantiene la tendencia marcada por los incendios de este año, existe toda posibilidad de que el humo y los químicos tóxicos que cubren vastas zonas del continente superen los niveles catastróficos de hace dos años.

El nivel nacional de preparación de Canadá ya ha alcanzado el nivel más alto: 5. Este nivel implica un “compromiso total de recursos nacionales” y, debido a que la “disponibilidad nacional de recursos es limitada”, Canadá está solicitando la asistencia de bomberos internacionales. En respuesta, 150 bomberos provenientes de Estados Unidos han sido desplegados para ayudar.

El aumento drástico en la escala y el impacto de los incendios forestales en los últimos años es el resultado directo de la creciente crisis ecológica provocada por el cambio climático. Científicos del clima han advertido durante décadas que uno de los efectos del calentamiento global sería la prolongación de las sequías y el incremento de incendios más severos. Desde el sexto Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, el aumento de las temperaturas ha sido relacionado de manera concluyente con los incendios forestales y las sequías y olas de calor que los agravan.

La situación se agrava aún más por la financiación crónicamente insuficiente de las agencias de incendios tanto en Estados Unidos como en Canadá. En los últimos 10 años, la factura anual por incendios forestales en Columbia Británica ha sido de un promedio de 498 millones de dólares canadienses, más del doble de lo que normalmente se asigna para la gestión de incendios. En respuesta, el Servicio de Incendios Forestales de Columbia Británica se ha visto obligado a utilizar su fondo de contingencia simplemente para mantener operaciones.

Un efecto significativo de esto es que la gestión de incendios se ha centrado cada vez más en la supresión de incendios en lugar de la prevención. Los recursos no se asignan adecuadamente para tareas como el desbroce de maleza y quemas preventivas, lo que genera incendios más grandes y crea un ciclo en el cual los gobiernos locales, provinciales y nacionales están constantemente a la zaga de los acontecimientos.

Lo mismo ocurre en Estados Unidos, donde el presupuesto del Servicio Forestal ha descendido de 10.800 millones de dólares en 2022 a 9.300 millones en 2024, con una proyección de 8.900 millones para 2025.

Además, el organismo estadounidense perdió el 10 por ciento de su plantilla, aproximadamente 3.400 empleados, como parte del desmantelamiento de todas las agencias federales impulsado por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), anteriormente dirigido por el oligarca multimillonario Elon Musk. Expertos han advertido que los despidos han dejado tareas críticas sin el personal necesario, incluyendo la mitigación de incendios forestales y el combate directo al fuego.

También existe el riesgo de que bomberos internacionales se muestren renuentes a acudir a Estados Unidos para asistir durante su temporada de incendios debido a la ofensiva continua del gobierno de Trump contra los inmigrantes, que incluye el arresto de 66.463 personas, la deportación de 65.682 y la detención de casi 49.000 personas en centros de reclusión. Tan solo en enero, 72 bomberos de México fueron a Los Ángeles para combatir los incendios que devastaron esa ciudad.

Como ocurre con todas las crisis, los incendios forestales en Canadá ponen en evidencia la incapacidad fundamental del sistema capitalista —atado a las contradicciones del Estado nacional y al afán de lucro— para enfrentar los problemas sociales, y mucho menos los desastres ambientales de escala internacional. La solución real para combatir los incendios requiere una inyección masiva de recursos financiada mediante la expropiación de oligarcas como Musk, y poner esos recursos al servicio de un esfuerzo coordinado internacionalmente para combatir y prevenir los incendios forestales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de junio de 2025)