El jueves, el presidente Joe Biden pronunció su discurso del estado de la Unión frente a una sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Las declaraciones de Biden, que consistieron en un disparate tras otro, tenían una prioridad: intensificar la guerra con Rusia.
El discurso de Biden estuvo plagado de las contradicciones más evidentes, sin ningún atisbo de argumento racional. “Desde el presidente Lincoln y la Guerra Civil”, dijo al principio, “la libertad y la democracia no han estado tan atacadas en casa como lo están hoy”. Más tarde, declaró: “Nuestro futuro es más brillante... podemos afirmar con orgullo que el estado de nuestra Unión es fuerte y cada vez se fortalece más”.
“Mi predecesor y algunos de ustedes aquí buscan enterrar la verdad sobre el 6 de enero”, dijo, refiriéndose a Trump y a los congresistas del Partido Republicano que apoyaron el intento de anular la elección de Biden hace poco más de tres años. Más tarde, pidió a sus “amigos republicanos” que unan fuerzas con él para aprobar una legislación que implementaría el ataque de mayor alcance contra los inmigrantes y el derecho de asilo en la historia de Estados Unidos.
La presentación que hizo Biden de la situación social y económica de Estados Unidos fue una fantasía. “Los salarios siguen subiendo; la inflación sigue bajando”, dijo, mientras millones de personas viven exactamente lo contrario. “La pandemia ya no controla nuestras vidas”, declaró. Contrariamente al cuento de hadas de Biden, Estados Unidos acaba de pasar por su segunda peor ola de contagios en la pandemia, impulsada por la variante JN.1, que reinfectó a más de 100 millones de estadounidenses, mató a decenas de miles y elevó las tasas de COVID persistente a nuevos máximos.
Pero el punto central del discurso de Biden fue un salvaje llamamiento a la guerra. En el primer minuto de su discurso, se lanzó a despotricar a gritos contra el presidente ruso Vladímir Putin, lo que solo sirve para agravar el peligro de que la guerra se salga de control. Lejos de indicar que buscaba una solución negociada al conflicto, Biden dejó claro que la guerra continuará y se volverá aún más sangrienta.
En una referencia cínica y grotescamente distorsionada del discurso sobre el estado de la Unión pronunciado por el presidente Franklin Delano Roosevelt en enero de 1941, en vísperas de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Biden gritó que quería “despertar a este Congreso”, es decir, obligarlo a destinar 60.000 millones de dólares más para la guerra de Ucrania.
“En el extranjero, Putin de Rusia está en marcha”, declaró Biden, “invadiendo Ucrania y sembrando el caos en toda Europa y más allá”. Decenas de miles de millones de dólares en ayuda adicional, dijo, “están siendo bloqueados por aquellos que quieren que dejemos de liderar el mundo”. Dirigiéndose a Putin, Biden gritó: “No nos alejaremos. No nos doblegaremos. Yo no me doblegaré”.
La afirmación de que “Putin de Rusia está en marcha” en toda Europa y más allá es una invención. Todos los combates que han tenido lugar se han producido a menos de 160 kilómetros de la frontera rusa. A lo largo de los dos años de conflicto, el Gobierno de Biden ha intensificado la guerra sin descanso. En las últimas semanas, las potencias de la OTAN han planteado la necesidad de enviar sus propias tropas al combate, lo que significaría una guerra total con Rusia.
La guerra contra Rusia forma parte de una guerra mundial cada vez más amplia, que involucra una escalada del conflicto con China (“Estamos en una mejor posición que nadie para ganar el conflicto del siglo XXI contra China”) y el genocidio en Gaza.
En medio de su discurso, Biden hizo una defensa abierta de la matanza israelí, que solo ha sido posible con el apoyo financiero, militar y político de Estados Unidos. “Israel tiene derecho a emprender contra Hamás”, dijo, y “tiene una carga adicional porque Hamás se esconde y opera entre la población civil como cobardes, bajo hospitales, guarderías y todo lo demás”. Mientras derramaba lágrimas de cocodrilo por los civiles asesinados, Biden estaba ofreciendo una justificación política al asesinato de más de 30.000 personas.
El papel esencial que está desempeñando la burocracia sindical en la defensa del capitalismo y del programa de guerra del Gobierno se puso de manifiesto cuando Biden calificó al presidente del sindicato United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, quien fue invitado al discurso y se sentó cerca de la primera dama Jill Biden, como “un gran amigo y un gran líder sindical”. Fain colaboró estrechamente con Biden el año pasado para sofocar la oposición de los trabajadores automotores y forzar la aprobación de contratos que allanaron el camino a miles de recortes de empleo. Fain se ha referido repetidamente a la necesidad de que los sindicatos participen en el “arsenal de la democracia”, es decir, la subordinación de la clase trabajadora a una producción de tiempos de guerra.
Mientras la clase gobernante intensifica la guerra mundial en el extranjero, el Partido Demócrata se apoya en el aparato sindical para suprimir la lucha de clases. “En tiempos de guerra o revolución”, señaló Trotsky en 1938, “cuando la burguesía se ve sumida en dificultades excepcionales, los dirigentes sindicales suelen convertirse en ministros burgueses”.
Fain cuenta con el apoyo de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, sigla en inglés), una facción del Partido Demócrata que representa a sectores privilegiados de la clase media-alta. El discurso de Biden en su conjunto, y no solo las secciones sobre Fain, fue claramente preparado y escrito por personas cercanas al DSA. Este fue su discurso, desde la feroz histeria antirrusa, pasando por las frases populistas vacías, hasta la glorificación del aparato sindical.
En respuesta al discurso de Biden sobre el estado de la Unión, el candidato presidencial del Partido Socialista por la Igualdad (SEP, sigla en inglés), Joseph Kishore, advirtió:
La verdadera llamada de atención que hay que dar es una advertencia de que el régimen bipartidista de la patronal está llevando a Estados Unidos y al mundo al desastre. Los demócratas y los republicanos representan dos caminos hacia la barbarie. Trump se postuló para establecer una dictadura fascistizante. Biden lo hizo para garantizar que la guerra contra Rusia continúe, incluso hasta el punto de un conflicto nuclear.
Sus objetivos se complementan. Una dictadura fascista prepara el terreno para la guerra, y el brutal ataque a las condiciones de vida de los trabajadores que requiere la guerra crea la necesidad de una dictadura fascista.
Los trabajadores y los jóvenes deben romper con todo este sistema político reaccionario controlado por dos partidos que representan diferentes facciones de la oligarquía financiera y corporativa. Esto significa la lucha por desarrollar dentro de la clase obrera, en EE.UU. y en todo el mundo, una dirección socialista que se oponga a la guerra imperialista, la dictadura y la explotación capitalista mediante los métodos de la lucha de clases y la revolución social.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de marzo de 2024)