El dueño milmillonario de Amazon, Jeff Bezos, quien compró el Washington Post en 2013, se desembarazó de cualquier pretensión de independencia periodística el miércoles y decretó que las páginas editoriales del diario deben adaptarse a la agenda del Gobierno de Trump y los intereses de la oligarquía capitalista, de la que Bezos es un representante líder.
Después de que David Shipley, editor de la sección de opiniones del Post, renunciara en vez de seguir esta orden, Bezos envió un correo electrónico a todos los empleados del diario, que también publicó en X, que bien pudo haber ser redactado por el mismo Elon Musk o Donald Trump.
“Vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado”, escribió. “Vamos a cubrir otros temas también por supuesto, pero dejaremos que otros publiquen los puntos de vista opuestos a estos dos pilares”.
“Soy de Estados Unidos y estoy a favor de Estados Unidos, y estoy orgulloso de ello”, continuó Bezos. “Mi país no llegó hasta aquí siendo corriente. Y gran parte del éxito estadounidense ha sido la libertad en el ámbito económico y todo lo demás. La libertad es ética—al minimizar la coerción— y práctica; impulsa la creatividad, la invención y la prosperidad”.
La directiva de Bezos tiene lugar cuando Trump está desmantelando sistemáticamente lo que queda de las formas democráticas de gobierno en los Estados Unidos. Lo que significa el doble discurso de Bezos sobre promover “libertades personales y el libre mercado” es que el Post apoyará los esfuerzos de Trump para destruir las libertades políticas del pueblo estadounidense y apoyará descaradamente la dominación de la vida económica por parte de un grupo de oligarcas monopolistas.
Musk, quien está trabajando con Trump para destripar programas sociales y despedir a cientos de miles de trabajadores federales, saludó la declaración de Bezos con un tuit de una palabra: “Bravo”.
Como lo ha señalado más de un miembro del personal del Post públicamente, este himno a la “libertad” y contra la “coerción” fue parte de un mensaje de un jefe multimillonario que impone sus dictados a sus empleados. Y se combinó con el ejemplo de Shipley para mostrar lo que pueden esperar los reporteros, editores y columnistas si no los cumplen.
Los 1,5 millones de trabajadores de Amazon en todo el mundo pueden dar testimonio de cómo Bezos “minimiza la coerción” en los almacenes y en los camiones donde ha extraído su fortuna estimada en más de 250.000 millones de dólares a través de una brutal explotación. Cada segundo de tiempo de trabajo es rastreado por la gerencia, y a los trabajadores que no logran “generar dinero” se les muestra la puerta. Las lesiones y muertes laborales son la consecuencia inevitable. Y Amazon lucha con uñas y dientes contra cualquier esfuerzo de los trabajadores por ejercer sus “libertades personales” para formar sindicatos o exigir salarios más altos y mejores condiciones.
Dejando a un lado el terrible cinismo y el doble discurso orwelliano, la prohibición de incluso la crítica más tibia del capitalismo en el principal periódico de la capital estadounidense tiene una gran importancia política. Es la culminación de un largo proceso de decadencia política y social.
Ha pasado más de medio siglo desde que el Post encabezó la exposición del escándalo de Watergate y el New York Times publicó los Papeles del Pentágono. Incluso entonces, estos periódicos eran empresas capitalistas, propiedad de multimillonarios, y estaban comprometidos con la defensa del imperialismo estadounidense en el extranjero y las grandes empresas en el país. Solo un año después de que Richard Nixon renunciara como presidente, en gran medida debido a las revelaciones del Watergate, la propietaria del Washington Post, Katharine Graham, aplastó una huelga de periodistas, reemplazando a los trabajadores con esquiroles.
Hoy, sin embargo, apenas hay una pizca de crítica genuina de los medios, ni mucho menos oposición directa, dirigida contra el curso fascistizante de la Administración de Trump. Los magnates de los medios corporativos están siguiendo la trayectoria política de la clase dominante en su conjunto. La segunda Administración de Trump está lanzando su programa de destrucción de los derechos democráticos y las conquistas sociales de los trabajadores, y prepara aventuras militares aún más bárbaras en el extranjero que las ya lanzadas por sus predecesores del Partido Demócrata.
Vale la pena revisar brevemente el papel de Bezos en el proceso. Después de comprar el Post en 2013 y prometer un enfoque de no intervención en su trabajo editorial, el multimillonario permitió un enfoque algo crítico para la primera Administración de Trump. El Post llevó un recuento de las mentiras que Trump dijo, alcanzando la asombrosa cifra de 30.000 durante sus primeros cuatro años en la Casa Blanca. Después del fallido intento de golpe de Estado de Trump del 6 de enero de 2021, el periódico apoyó su destitución y luego su enjuiciamiento, y compiló un importante archivo de videos de los eventos de ese día.
La oposición del Post a Trump, al igual que con el Partido Demócrata y secciones significativas del aparato estatal, se centró en cuestiones de política exterior, particularmente la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, de la cual el Post fue uno de los principales defensores. Pero el año pasado, cuando Trump consolidó la nominación presidencial republicana y avanzó en las encuestas, hubo un cambio pronunciado. Bezos trajo a un nuevo editor Will Lewis, un veterano del imperio de medios de derecha de Rupert Murdoch en Reino Unido, y un nuevo editor ejecutivo para dirigir las operaciones de noticias, Matt Murray, del Wall Street Journal, propiedad de Murdoch.
Bezos se puso en contacto directamente con Trump después de su casi asesinato en julio, ofreciéndole simpatía y sugiriendo apoyo futuro. Apenas unas semanas antes de las elecciones, el multimillonario intervino para impedir que el Post publicara un respaldo a la vicepresidenta Kamala Harris, la oponente demócrata de Trump. Después de que Trump ganara las elecciones, Bezos tuiteó sus felicitaciones y su “éxito”.
Bezos coronó este realineamiento apareciendo detrás de Trump en la inauguración hace cinco semanas y uniéndose a un grupo de oligarcas que donó $1 millón cada uno a la celebración.
En este contexto, vale la pena señalar que Bezos justificó su orden editorial citando la proliferación de opiniones diversas en Internet. Detrás de Bezos y detrás de Trump había tres personas: Elon Musk (Twitter), Mark Zuckerberg (Facebook) y Sundar Pinchai (Google), que participan en una campaña sistemática para suprimir el sentimiento de oposición y censurar el discurso en línea.
Hay un elemento de crudo interés propio en las acciones de Bezos. Tiene amplios contratos gubernamentales que podrían verse afectados negativamente por el nuevo Gobierno, aunque depende menos de las limosnas del Gobierno que Musk. Pero resulta mucho más importante el acuerdo político entre dos oligarcas, el multimillonario dictador de Amazon y el multimillonario aspirante a dictador en la Casa Blanca.
La insistencia de Bezos en el principio de que subordinará el periódico por completo a la defensa del “libre mercado” expresa el creciente temor por parte de los oligarcas multimillonarios de que se esté desarrollando un movimiento incontrolable desde abajo contra el sistema de ganancias.
Bezos es la expresión más obscena de un proceso de adaptación de los medios corporativos a los requerimientos de la Administración de Trump. En las cadenas de televisión y los periódicos, ha habido un impulso conjunto de los jefes y de la Casa Blanca para hacer que la cobertura mediática de la nueva Administración sea lo más halagadora y acrítica posible.
En MSNBC, la purga de expertos liberales y presentadores de programas de entrevistas ya está en marcha. El canal de cable está siendo vendido por la empresa matriz NBCUniversal, una subsidiaria de Comcast, y esta semana la nueva CEO Rebecca Kutler despidió a la presentadora nocturna Joy Reid, mientras degradaba a los anfitriones Alex Wagner, Jonathan Capehart, Ayman Mohyeldin y Katie Phang.
La Casa Blanca está intimidando a las principales instituciones periodísticas como Associated Press (AP) y la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca (WHCA, por sus siglas en inglés). La AP ha sido blanco de ataques por negarse a utilizar el nuevo nombre dado por Trump al golfo de México en su Guía de Estilo. Sus reporteros han sido excluidos de las ruedas de prensa y los viajes del Air Force One. La WHCA, de 111 años, ha perdido su autoridad para seleccionar el “grupo diario” de reporteros que cubren al presidente; Trump ahora los seleccionará personalmente, favoreciendo las publicaciones de extrema derecha y los pódcast fascistas.
Es comprensible la indignación entre reporteros, editores y otros trabajadores de los medios por el drástico giro hacia la derecha. El exeditor ejecutivo del Post, Marty Baron, dijo a The Daily Beast que estaba “triste y disgustado” por el memorando de Bezos al personal del periódico. Decenas de trabajadores de Post han publicado comentarios críticos en las redes sociales, y algunos amenazan con renunciar si la línea editorial cambiada se incorpora más directamente a las operaciones de noticias.
Pero no es posible defender los derechos democráticos, incluida la existencia de una prensa independiente y libre, el llamado Cuarto Poder, dentro de una sociedad en la que un puñado literal de milmillonarios como Musk y Bezos poseen más riqueza que toda la clase trabajadora combinada.
La defensa de los derechos democráticos depende de la movilización política de la clase trabajadora, basada en un programa socialista. Y esa lucha está siendo encabezada por la prensa socialista revolucionaria, el World Socialist Web Site, que está ganando una audiencia cada vez mayor tanto en los Estados Unidos como a nivel mundial.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de febrero de 2024)
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