El jueves por la noche, el presidente del sindicato United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, realizó una transmisión en vivo por Facebook, cuyo objetivo fue mitigar las consecuencias de su respaldo a las políticas proteccionistas de Trump.
Los aranceles, que incluyen un 25 por ciento a los autos y repuestos “extranjeros”, han producido despidos masivos en la industria automotriz, dejando al descubierto la mentira de Fain de que la guerra comercial beneficiaría a la clase trabajadora. Esto incluye el despido de 900 trabajadores de Stellantis en Michigan e Indiana como consecuencia de la paralización de plantas en México y Canadá que proveen esas instalaciones. Otros 1.000 trabajadores de Stellantis Warren Truck en los suburbios de Detroit serán despedidos el lunes por un mes, y otros 200 lo serán en la planta GM Factory Zero en Detroit.
Los comentarios de Fain fueron un catálogo de sofismas y evasivas. Incluso mientras defendía las medidas comerciales de Trump, afirmó oponerse a los ataques generalizados contra los derechos democráticos llevados a cabo por la administración, incluyendo la detención y amenaza de deportación del activista propalestino y residente legal Mahmoud Khalil, exmiembro del UAW.
Declaró: “No estamos alineando todo lo que hacemos con la administración Trump. No nos alineamos con ningún político o presidente. Estamos negociando con la administración Trump”.
Continuó: “Hemos visto acciones temerarias y caóticas en materia comercial de esta administración y existe mucho temor y disrupción”. Minimizando los despidos masivos, dijo: “Debemos recordar que la disrupción no es nueva para los obreros de fábrica en este país. La disrupción es lo que hemos vivido durante 30 años bajo el desastre del libre comercio. Eso no significa que apoyemos aranceles temerarios y aleatorios… pero es un error defender el statu quo en cuanto al libre comercio… El libre comercio ha sido la política gubernamental más perjudicial de toda mi vida”.
Esta declaración hiede a hipocresía. Durante los últimos 50 años, cientos de miles de empleos automotrices fueron eliminados con la directa colaboración del UAW.
No se puede buscar un “justo medio” con el fascismo. Fain y la burocracia del UAW se están alineando con las políticas económicas de Trump, cuya lógica conduce inevitablemente a una guerra mundial. Difícilmente es casual que la transmisión comenzara con un segmento que elogiaba a los trabajadores de General Dynamics en Groton, Connecticut, “la capital mundial de los submarinos… quienes diseñan los activos estratégicos más importantes de nuestras fuerzas armadas”.
Financiar estas nuevas guerras requiere el desmantelamiento de los programas sociales restantes como Medicare y el Seguro Social, y el empobrecimiento de la clase trabajadora. Como bien sabe Fain, esto solo puede imponerse mediante una represión masiva, que Trump ya está llevando a cabo activamente.
Mientras ofrecía una defensa entusiasta del nacionalismo económico, Fain hacía apenas una mención superficial a la oposición contra los ataques fascistas, abiertamente inconstitucionales, que lleva a cabo la administración Trump, dirigidos a inmigrantes y estudiantes universitarios. Presentó las deportaciones como políticas equivocadas, en lugar de como parte de un esfuerzo sistemático por establecer una dictadura presidencial. Fain no propuso ninguna medida para movilizar a las bases del UAW ni a la clase trabajadora en general para defender a Khalil ni a otros trabajadores y estudiantes llevados a centros de detención.
Los trabajadores reaccionaron con furia en los comentarios de la transmisión. “¿Podemos hablar de Warren Truck y Stellantis? ¿De devolvernos nuestros trabajos a todos los despedidos indefinidamente?”, escribió un trabajador.
Muchos expresaron apoyo a la unidad internacional. “Las corporaciones se fueron al extranjero porque querían mano de obra barata por codicia. La única solución es defender a los trabajadores a nivel mundial. A condiciones de vida decentes. Estoy harto del ‘nosotros contra ellos’. Siempre será nuestra perdición”, publicó otro.
Un trabajador escribió, refiriéndose a los ataques fascistas de Trump: “Sean Fain, prepárate para cerrar todas las plantas automotrices para defender nuestra democracia”. Otros muchos llamaron a una huelga general.
Un obrero de Kokomo señaló los 500 trabajadores aún despedidos desde 2024.
“Tú y el Internacional no nos apoyaron cuando pudimos y debimos haber hecho huelga. Ahora nos quedamos sin pensión para los nuevos contratados, entre otras cosas”.
La transmisión fue antecedida por una entrevista aduladora publicada por la revista Jacobin, el órgano oficial de los Democráticos Socialistas de América (DSA), en su edición del 10 de abril. En ella, Fain nuevamente dejó clara su alineación con los planes del Gobierno de Trump para una guerra global, advirtiendo que la erosión de la base industrial estadounidense socava la preparación militar del país.
“[C]uando eliminamos nuestra base manufacturera en este país, estaremos en graves problemas si tenemos que defendernos. Porque cuando no puedes producir nada, te estás abriendo a ser atacado por cualquiera. Vuelvo al ‘arsenal de la democracia’ en la Segunda Guerra Mundial: la forma en que se ganó esa guerra cuando Estados Unidos se involucró fue utilizando la capacidad excedente de nuestras plantas automotrices para construir bombarderos, tanques, jeeps”.
En lenguaje llano, la burocracia del UAW promueve no sólo la guerra comercial, sino la guerra mundial como supuesto estímulo para los empleos en Estados Unidos. En realidad, la economía de guerra durante la Segunda Guerra Mundial estuvo acompañada de una represión masiva, incluyendo el internamiento de japoneses-americanos, el arresto de opositores socialistas al imperialismo estadounidense y una promesa de “no huelgas” que los sindicatos hicieron cumplir disciplinadamente.
Una movilización hacia la guerra hoy, bajo condiciones de profunda decadencia del capitalismo estadounidense y con sus instituciones democráticas fatalmente comprometidas, tendría mucho más en común con la economía de guerra nazi. Pero incluso dejando eso aparte, una guerra mundial, a menos que sea detenida por la clase trabajadora, llevaría inevitablemente a la aniquilación del planeta.
Esto no es algo que Fain y la burocracia del UAW introdujeron en los últimos meses para ganarse el favor de Trump. Fain promovía la misma narrativa sobre el “arsenal de la democracia” bajo Biden, quien llamó a los sindicatos su “ OTAN doméstica ”. Esto significaba utilizar la burocracia sindical, con su larga historia de apoyo al imperialismo estadounidense, para preparar a la sociedad para la guerra, especialmente mediante la imposición de la “paz laboral” en la clase trabajadora.
Que Jacobin le haya dado espacio a Fain para defender su respaldo a Trump y a la guerra expone la función del DSA para el capitalismo: desviar y desarticular el surgimiento de un movimiento genuino de la clase trabajadora.
Nacionalismo económico y globalización
En su esfuerzo por justificar el programa nacionalista del UAW, Fain presentó la narrativa de que la destrucción de empleos en la industria automotriz comenzó hace 30 años con el inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Esta es una mentira descarada que borra del registro histórico el papel del UAW en la imposición de despidos desde fines de los años setenta. Un punto de inflexión importante ocurrió en 1979, cuando Doug Fraser, entonces presidente del UAW, se integró a la junta directiva de Chrysler, ayudando a la empresa a cerrar decenas de plantas y destruir decenas de miles de empleos.
Esto fue parte de una política más amplia de guerra de clases. La pérdida de la supremacía económica indiscutida de Estados Unidos, que había sido la base para políticas de reformas sociales limitadas expresadas en el New Deal y la Gran Sociedad, llevó a la clase dominante estadounidense a recuperar con creces todo lo que alguna vez había cedido.
El ataque contra los empleos se intensificó a fines de los años setenta bajo la administración Carter, que nombró a Paul Volcker como presidente de la Reserva Federal para implementar una política monetaria restrictiva destinada a liquidar vastos sectores de la industria menos rentable en Estados Unidos, con el fin de debilitar la combatividad de la clase trabajadora y reducir los salarios y condiciones de vida.
Al mismo tiempo, los avances tecnológicos relacionados con la informatización condujeron a cambios revolucionarios en la forma de producción capitalista, incluyendo el surgimiento de corporaciones transnacionales y la globalización.
La globalización no es simplemente la deslocalización de empleos al extranjero, sino una integración superior de la economía mundial mediante la creación de cadenas globales de producción y suministro, y la emergencia de un mercado global de trabajo. Bajo el capitalismo, se utilizó para imponer condiciones en deterioro sobre la clase trabajadora, especialmente en los países avanzados.
Pero el mismo proceso ha producido una clase obrera mucho más amplia, poderosa y unificada objetivamente que en cualquier otro momento de la historia mundial, incorporando a cientos de millones de nuevos trabajadores en Asia, África y América Latina, y creando las condiciones para un movimiento verdaderamente internacional contra la explotación capitalista.
Pero la burocracia sindical, dominada por el nacionalismo y atada al aparato estatal capitalista, no tenía respuesta ante esto. Tras la destrucción del sindicato de controladores aéreos por parte de Reagan en 1981, el ataque a la clase obrera se intensificó.
En 1984, el UAW abrazó abiertamente el programa del corporativismo, es decir, la colaboración sin restricciones entre sindicato y patronal, con el objetivo de destruir salarios y condiciones laborales para aumentar la competitividad de los capitalistas automotrices de EE.UU. frente a sus rivales extranjeros.
Esto implicó el aislamiento y la derrota de huelgas, la supresión de la oposición al cierre de fábricas y despidos masivos, y la creación de comités sindical-empresariales para imponer ritmos más intensos y reprimir la militancia en los centros de trabajo. A medida que la afiliación al UAW se desplomaba, el aparato sindical se financiaba con nuevos ingresos provenientes de subsidios directos del empresariado para los llamados programas conjuntos.
El giro hacia el corporativismo vino acompañado de una explosión de demagogia nacionalista y xenófoba por parte de la dirección del UAW, culpando a los trabajadores de México, Japón, etc., por “robar” empleos estadounidenses. Esto llevó, en 1985, a la escisión del sector canadiense del UAW, que formó un sindicato rival basado nacionalmente. Hoy, el sindicato automotriz canadiense Unifor responde a los aranceles de Trump apoyando el proteccionismo en Canadá.
Comités de base
En oposición al aparato nacionalista y procapitalista del UAW, Will Lehman, obrero socialista de Mack Trucks en Pensilvania, se postuló para la presidencia del UAW en 2022. Lehman llamó a la unidad de los trabajadores estadounidenses con sus hermanos y hermanas en México, Canadá, China, los países europeos y otros, en una lucha común por defender el derecho social a un empleo seguro y bien remunerado, y condiciones laborales seguras para todos los trabajadores.
Lehman propuso la abolición de la burocracia del UAW y la transferencia del poder a los trabajadores en el piso de fábrica, mediante la expansión de la Red de Comités de Base de los Trabajadores Automotrices. Se opuso a ambos partidos de la gran patronal y llamó al desarrollo de un movimiento políticamente independiente de la clase trabajadora para luchar por un gobierno de trabajadores y por el socialismo.
Una verdadera lucha por los empleos no puede basarse en alianzas pragmáticas con una u otra camarilla de políticos capitalistas, como afirma Fain, sino únicamente mediante una movilización industrial y política independiente del poder de la clase trabajadora estadounidense e internacional contra todo el sistema capitalista.
Bajo las condiciones de producción transnacional, con corporaciones capaces de trasladar rápidamente la producción de un país a otro, la única estrategia viable es un programa basado en la unidad internacional de la clase trabajadora.
Esto significa la construcción y ampliación de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), que brinda una voz independiente a los trabajadores en oposición a las burocracias sindicales nacionalistas y alineadas con las corporaciones.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de abril de 2025)