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Perspectiva

¿A qué le pueden dar gracias los estadounidenses este Día de Acción de Gracias?

Cuando las familias se reúnen para celebrar el Día de Acción de Gracias hoy, la sociedad estadounidense se enfrenta a una profunda crisis social, económica y política. En contraste con las perogrulladas y los sermones que pronunciarán Biden y otros políticos, Estados Unidos se encuentra en un estado avanzado de descomposición.

Quizás el aspecto más tóxico de esta crisis son los tiroteos masivos que ocurren casi a diario en Estados Unidos. El Día de Acción de Gracias de 2022 se produce en medio de una ola de violencia homicida.

El martes por la noche, un gerente nocturno de Walmart, Andre Bing de 31 años, entró en el supermercado de Chesapeake, Virginia, y asesinó a seis personas antes de quitarse la vida.

Flores y globos cerca de la escena del tiroteo masivo en un Walmart el 23 de noviembre de 2022, en Chesapeake, Virginia. Un gerente de Walmart disparó contra sus compañeros de trabajo en una sala de descanso de la tienda de Virginia, matando a varias personas en el segundo tiroteo masivo de alto perfil en cuatro días del país, según la policía y testigos el miércoles. [AP Photo/Alex Brandon]

Dos días antes, el domingo 20 de noviembre, Chen Wu de 45 años, “ejecutó” a tres hombres y una mujer. Todas las víctimas eran inmigrantes chinos que vivían en una granja de marihuana en el condado rural Kingfisher de Oklahoma, según la policía. También le disparó a una quinta persona que sigue en condición crítica.

El sábado anterior, en un club nocturno gay de Colorado Springs, Colorado, Anderson Lee Aldrich de 22 años abrió fuego con un rifle semiautomático AR-15, matando a cinco personas y dejando a docenas de heridos en cuestión de minutos.

Estos tiroteos ocurrieron tanto en el campo como en la ciudad, en estados gobernados tanto por demócratas y como por republicanos, dejando al menos 22 muertes y más de 35 heridos graves.

Si bien cada tiroteo tiene sus circunstancias particulares, la prevalencia de tales actos no está arraigada fundamentalmente en la psicología individual de los asesinos. En el análisis final, estás tragedias reflejan la profunda crisis social en Estados Unidos.

¿Cómo es realmente la vida social en Estados Unidos?

Estados Unidos es el país grande más desigual del planeta. La inflación desenfrenada ha aumentado en 10 por ciento anualmente el precio de los alimentos, contribuyendo a una mayor malnutrición y hambre.

Según al Instituto Urbano de la Fundación Robert Wood Johnson, uno de cada cinco adultos en Estados Unidos reporta sufrir inseguridad alimentaria en 2022, el doble que el 10 por ciento reportado por la Casa Blanca en 2020.

La American Farm Bureau Federation informó esta semana de que al hogar estadounidense medio le costará un 20 por ciento más que el año pasado alimentar a una familia de 10 miembros con una comida tradicional de Acción de Gracias.

Incluso si los trabajadores pueden permitirse una comida hoy, muchos no podrán permitirse un techo mañana. El Informe Nacional de Alquileres de Zumper, publicado el martes, reveló que los ya elevados precios de los alquileres siguieron aumentando en muchas de las principales ciudades, lo que provocó más desahucios.

En Chicago, el alquiler promedio de un apartamento de una habitación es de 1.870 dólares, un aumento del 23 por ciento en comparación con el año pasado. WBEZ Chicago informó que “las tasas de desahucios del condado de Cook han vuelto a subir a sus niveles más altos desde que comenzó la pandemia”.

En Chesapeake, Virginia, el lugar de la masacre del martes, el precio promedio de un apartamento de una habitación es de 1.480 dólares, un asombroso aumento del 41 por ciento de un año a otro.

Para algunos, la lucha diaria por la supervivencia se convierte en algo demasiado difícil de soportar. Entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) registraron más de 107.000 muertes por sobredosis, más de cinco veces más que las registradas por la agencia en 1999.

Aunque a los estadounidenses se les ha dicho que la pandemia ha terminado y que es hora de “seguir adelante”, el simple hecho de compartir una comida este año enfermará y matará a miles de personas. Un titular del 23 de noviembre en Kaiser Health News advierte: “Los expertos temen que el Día de Acción de Gracias pueda provocar una ola de gripe, el VSR y el COVID”.

La llamada “triplemia” está saturando los hospitales de todo el país, que ya están sobrecargados y faltos de personal.

Casi tres años de políticas pandémicas inspiradas por el afán de lucro han dejado casi 1,1 millones de estadounidenses muertos por COVID-19, infligiendo en el proceso un profundo trauma en la psique colectiva de millones de trabajadores y sus familias. Cientos de personas siguen muriendo innecesariamente cada día.

Pero los capitalistas que han lucrado de la pandemia continúan atiborrándose. Desde el comienzo de la pandemia en marzo de 2020, 728 milmillonarios en Estados Unidos han visto aumentar su riqueza en un 50 por ciento, es decir, 1,5 billones de dólares. Estas 728 personas controlan un total de 4,48 billones de dólares.

Mientras que supuestamente no hay dinero para detener los desahucios o ampliar los servicios sociales, ambos partidos en Washington se han asegurado de que el Congreso apruebe sin contratiempos los presupuestos militares de un billón de dólares y los envíos semanales al ejército ucraniano.

El coste de la guerra, incluida la inflación que produce, se le está imponiendo a la clase trabajadora a través del aumento de los precios del combustible, la vivienda y los alimentos.

Los representantes políticos de la patronal, mientras tanto, promueven las ideologías más retrógradas y reaccionarias en un intento de desorientar y dividir a la clase trabajadora: el odio a los inmigrantes, el racismo, el antisemitismo, la política tribalista de las identidades, el irracionalismo, los ataques a la ciencia y el militarismo.

Pero los trabajadores no están aceptando pasivamente estos ataques a sus niveles de vida y a sus propias vidas.

Actualmente se está llevando a cabo la mayor huelga de estudiantes de posgrado de la historia, involucrando a 48.000 trabajadores académicos de California. Y después de tres años sin contrato, y de docenas de retrasos, intervenciones de la Casa Blanca, prórrogas y revocaciones impuestas por las burocracias sindicales, 115.000 trabajadores ferroviarios están preparados para ir a la huelga tan pronto como el 9 de diciembre.

El Día de Acción de Gracias se estableció como una fiesta nacional en medio de la guerra civil como celebración y conmemoración del impulso inmensamente liberador y progresista que supuso lo que los historiadores han llamado, con razón, la “Segunda Revolución Estadounidense”.

La proclamación firmada por el “Gran Emancipador”, el presidente Abraham Lincoln, el 3 de octubre de 1863, reservó el último jueves de noviembre como “Día de Acción de Gracias”. Citando las “victorias señaladas sobre el enemigo” algunos meses después de los triunfos en Gettysburg y Vicksburg, la declaración alababa al “Todopoderoso” por aumentar “nuestra población libre mediante la emancipación y la inmigración”.

La declaración afirmaba que la providencia había “coronado con abundantes recompensas el trabajo de nuestros obreros en todos los departamentos de la industria”.

Hablaba de la “gran prueba de la guerra civil a la que nos hemos visto abocados por nuestra adhesión como nación a la causa de la libertad y la humanidad”. Concluía con la esperanza de que la abolición de la esclavitud “nos proporcionaría esperanzas razonables de una última y feliz liberación de todos nuestros peligros y aflicciones”.

Este Día de Acción de Gracias, en medio de la mayor crisis desde la guerra civil, el “conflicto irreprimible” no es entre el Norte y el Sur, ni entre el trabajo “libre” y el trabajo esclavo, sino entre la clase obrera y la clase capitalista, no solo en Estados Unidos, sino a escala mundial.

La “causa de la libertad y la humanidad” no avanzará, ni puede hacerlo, en el marco del capitalismo. Solo la intervención independiente de la clase obrera, en oposición revolucionaria a todos los partidos capitalistas y al sistema de ganancias que representan, puede resolver la miríada de problemas que enfrenta la humanidad.

Esto se hará mediante la expropiación de la oligarquía corporativa y la reorganización de la producción y la sociedad global en su conjunto a partir de la satisfacción de las necesidades no del lucro privado. El futuro de la humanidad solo podría asegurarse por medio de una revolución socialista.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de noviembre de 2022)